Ella está
agradecida de que desde hace un lustro haya aparecido un equipo como el Barcelona.
Ella se siente querida cuando viaja a Rosario para ser tratada por un equipo
como Newell´s y no estar más tiempo por el aire que por el verde césped. A ella
no le gusta ser maltratada, anhela a los mejores. Ella es la pelota.
“Antes, la pelota esperaba que los jugadores quisieran
usarla. Ahora los jugadores esperan que la pelota quiera hacer lo que ellos no
saben. Y si la pelota no quiere y los jugadores no saben, el destino es el cero
y las manos frías del silencio. Por eso, el fútbol es más interesante para leerlo
y oírlo que para verlo”. Así de crítico y tajante fue la frase del periodista
Dante Panzeri, por 1971. Ya eran tiempos que escaseaban, a comparación de
década anteriores llenas de magia y talento, los futbolistas de mucha calidad y
que le brindaban algo al espectáculo. Imagínense lo que diría hoy una de las
plumas más interesantes que tuvo el país.
Ella, la pelota, a la que una vez le criticaron que no
doblaba en la altura, quiere ser bien tratada. Desea que arriba de ella haya
una suela que la mime y le dé un buen destino. Ansía que primero la amase el
Lobo Ledesma en el medio y su destino sea un Juan Román Riquelme o un Andrés
Iniesta, para que Messi de un pase a la red. “La beso porque cada vez la tratan
peor”, disparó una vez el actual número 10 de Boca, ése que se cansa de pisarla
y de entregarla perfecta a un compañero. El enganche, admirador de uno de los
enlaces del Barcelona, la cuida con su cuerpo y le da una caricia con su botín
derecho.
Los pelotazos le duelen. Cada vez que vuela sin un
objetivo, sacándosela de encima, debe pensar: “¿Qué mal les hice yo como para
que me maltraten?”. ¿Qué opinará de esos conjuntos y técnicos que afirman ser
un equipo que juega sin pelota, a la que consideran un arma secundaria? Se escucha, de lejos, la pelota siempre va al jugador. Claro, al buen jugador. ¡Y cómo no
va a ir allí si es con quien se siente querida y protagonista!
Cada pretemporada que pasa, salvo excepciones, en vez de
salir a rodar luego de un tiempo de inactividad sigue escondida en los bolsos, porque
las que salen a la cancha son las
pesas, las mancuernas y los fierros. “¿Juegan conmigo o con elementos de gimnasio
durante los partidos?”, se pregunta –resignada- en ésos casos.
Ella debe correr más rápido que los jugadores. Ella, la
pelota, necesita la velocidad de uno o dos toques para tratar de llegar mejor a
su destino, la red. Ella extraña a Fernando Redondo. ¡Qué admiración sentirá
por esos que meten un chanfle, casi como con desprecio! Una vez la llamaron la
Caprichosa y con cuánta razón. La dominan los que saben, sin importar si el
escenario sea un potrero o un césped parecido al de un billar. “Uno se da
cuenta si sabe o no jugar al fútbol si doma correctamente al balón”. Recuerden
el gol de Maradona, el que le convirtió a los ingleses, el mejor de todos los
tiempos, en el que la pelota iba picando sobre el césped del estadio Azteca
como si llevara dentro un zapo, pero que era acompañada por una zurda que no entendía
de dificultades a la hora de domesticarla.
La redonda, el esférico, la número 5, la bocha y otros
tantos sinónimos se utilizan cotidianamente para nombrarla. Es –como explicaba
Panzeri- la mejor profesora de los futbolistas. Pelota, pelota y pelota se
necesita para mejorar, no aprender, la técnica y las habilidades. Es la
maestra, el objeto que a más niños es el mundo les gusta.