A 57 años del Golpe de 1955, a 39 del asesinato de Víctor Jara y a 36 de la Noche de los Lápices.
Por Lucas ABBRUZZESE
Es una fecha en la que no se puede
ser socio del olvido. No se debe estar del lado de no recordar varios hechos
lamentables que ocurrieron un mismo día pero de diferentes años. Sucesos que
quedarán en la memoria para siempre.
Si hay un episodio que cambió radicalmente
el destino de este país, ese fue el golpe de estado de 1955. El 16 de
septiembre de aquel año, con los militares Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio
Aramburu (foto) como máximos responsables, se produjo el derrocamiento del hasta
entonces presidente nacional Juan Domingo Perón. Transcurría el cuarto año de
su segundo mandato, el cual no iba a finalizar. Durante aquellos diez años (1946-1955)
que gobernó al país el peronismo, Argentina vivió de sus mejores etapas, en la
que hubo escasa pobreza y desocupación. Pero, como siempre, estuvieron los que
nunca se conforman con nada o que poseen una ideología completamente diferente.
Ya el 16 de junio de 1955 se
produjo un “aviso” de lo que podía llegar a suceder en el país cuando la Plaza
de Mayo fue bombardeada por un grupo de militares y opositores con el propósito
de destronar a Perón. Este nefasto hecho terminó con la muerte de más de 300
civiles y alrededor de mil heridos. Como se sabe, ese día no lograron derrocar
al presidente. Sí lo iban a conseguir tres meses después, cuando, bajo la
denominación de Revolución Libertadora, Argentina sufría el tercer golpe de
estado del siglo veinte. Y todo iba a cambiar. La palabra peronismo fue
prohibida, la falta de trabajo comenzó a hacerse costumbre, empresas y la
industria nacional eran desprotegidas. Empezaba otro ciclo. El apoyo de la
iglesia para con los golpistas fue clave para llevar a cabo aquel acto, ya que
la cúpula eclesiástica mantuvo notorias diferencias con Perón durante sus años
de primer mandatario. Un claro ejemplo de estas diferencias se notó cuando,
horas posteriores a lo sucedido en junio, se quemaron varias iglesias a lo
largo del país. El odio y los intereses en juego pudieron más que cualquier otra
cosa durante aquellos tiempos. Nada nunca volvió a ser igual.
Desde 1930 en adelante fueron
décadas en las que una sublevación en el poder casi que no sorprendía. Cuesta
decirlo, pero a la mayoría de los ciudadanos argentinos les parecía común un
golpe de estado. La última dictadura fue la peor, la más sangrienta, la que más
víctimas y desaparecidos dejó, la que sembró el terror como pocas veces, la que
poco tuvo que envidiarle a los nazis. Esa empezó el del 24 de marzo de 1976,
cuando jorge Rafael Videla y compañía comenzaron con el período más negro y
nefasto de Argentina, cuya duración fue hasta el 10 de diciembre de 1983, día en
el que se retornó a la democracia.
Durante aquel proceso, denominado
de Reorganización Nacional, un 16 de septiembre volvió a ser un día triste. Ese
día de 1976, apenas seis meses después de que las fueras militares hayan tomado
el poder, se produjo lo que luego fue llamado como la Noche de los Lápices. Aquella noche, un grupo de jóvenes que
estudiaban en el colegio de Bellas Artes de la ciudad de la Plata fueron
secuestrados y llevados a diversos centros clandestinos de detención, entre
ellos el Pozo de Banfield. Siete de esos pibes, cuya militancia era de ideología
peronista, fueron Francisco López, María Falcone, Claudio de Acha, Horacio Ungaro,
Daniel Racero, María Ciocchini y Pablo Díaz. Este último, que no fue secuestrado
el 16 sino el 21, fue el único sobreviviente. ¿Por qué? ¿Tenía algún contacto
que hizo que le salvase la vida? Lo cierto es que Díaz contribuyo y peleó mucho
para que los responsables fueran condenados. Entre esos personajes culpables
estuvieron el expolicía Miguel Etchecolatz y el exgeneral Ramón Camps. El
primero está preso con una pena de perpetua. Mientras que el otro murió en
1994, cuatro años después de que el expresidente Carlos Menem haya creado la
ley del indulto, la cual dejaba en total libertad a los responsables de haber
cometido delitos de lesa humanidad.
Aquellos chicos, entre otras
cosas, luchaban por el Boleto Estudiantil Secundario (BES) y participaban en
marchas políticas. Es una fecha para recordar a aquellos jóvenes que luchaban
por una Argentina distinta y mejor. La tortura y la violencia, a muchos de
ellos, los silenció para siempre.
Un 16 de septiembre también es
motivo para el recuerdo para el pueblo chileno. Un día así, pero de 1973, fue
asesinado el cantautor Víctor Jara. La dictadura de Augusto Pinochet que había
tomado el poder el 11 de septiembre de 1973 tras derrocar a Salvador Allende
pregonó un estilo político de violencia, persecución, censura. El más nefasto
de la historia trasandina. Jara, que militó en el Partido Comunista de Chile,
fue secuestrado el mismo día del golpe y llevado al centro de detención Estadio
Chile, el cual actualmente lleva su nombre.
Jara y su sonrisa característica
Tres hechos para no olvidar jamás.
Tres hechos para gritar bien fuerte un “Nunca Más”. Tres hechos que no deberían
volver a suceder. Tres hechos que dejaron miles de corazones rotos. Tres hechos
que hacen llamar a un 16 de septiembre como un día maldito.