miércoles, 20 de julio de 2016

Mi amiga, la pelota

Por Lucas Abbruzzese

¿Quién vociferó y aseguró y hasta ninguneó que la amistad entre el hombre y la mujer no existe? ¿Quién habrá instalado esa absurda tesis?

Hay un fiel –y vaya si es fiel- ejemplo que desarma cualquier teoría casi que impuesta y que pone allá arriba eso de ser amigos entre sexos opuestos: el hombre es feliz con LA pelota a su lado. Ella, claro, suena a femenino. Así se usa. También se podría utilizar el balón, la bocha, la redonda, el esférico…Jamás dejará de ser la pelota.


Con un Xavi siempre irá a ese lugar indicado y tendrá constantemente noción del contexto. Con un Ronaldinho se divertirá como con pocos. Con un Messi gozará cada tres días.

La pelota, cada vez con un lazo afectivo más fuerte con las mujeres que se involucran a jugar, es una amiga. O así debería serlo: en la cancha, en la playa, en el fondo de una casa o en cualquier espacio que se juegue con ella. Porque de eso se trata: de un hecho lúdico que hay que recuperar. Nunca te abandona. No tiene la culpa del desprecio que le propinan los desalmados que la revolean. Tampoco debe ser señalada cuando no va a destino.

Hay amistades más fuertes que otras. Sin dudas, la pelota ha sido tan amiga como hermana de los tipos como Juan Román Riquelme o Andrés Iniesta. La pisan, la amasan y no por desprecio; sino porque la cuidan, la cobijan, le dan rienda suelta a la creatividad y felicidad. Nunca fue amigable, ni tuvo ganas, con aquellos que la tratan como si fuese rugby.

Lo que sí está claro es que ella, la pelota, manda. Es la dueña en la relación, cuyos integrantes no tienen por qué ser dos. Atrevida, imprevisible y caprichosa no llega cualquiera a afrontar una relación. Exige buena calidad, tanto debajo de la autopista como en las mejores canchas del mundo. Al menos en el rectángulo de juego. Porque afuera habrá infinidad de cuestiones para establecer amiguismo. Porque el deporte logra eso.


Feliz día, pelota. Gracias por tanto y, a veces, perdón por tan poco.

miércoles, 13 de julio de 2016

Tocar el orden establecido

Por Lucas Abbruzzese

Llámese orden establecido a lo que se impone cotidianamente.

A lo que el establishment impone para no ceder poder y continuar con su dominio.

A lo que el capitalismo utiliza para mantener la desigualdad, la brecha cada vez mayor entre ricos y pobres y continuar con la concentración de la riqueza entre una minoría.

Al mensaje diario impuesto por los medios de comunicación, dominados no por periodistas sino por, justamente, la oligarquía que controla y no se quiere despojar de ese orden establecido para así mantener su condición de privilegio en una sociedad que ya no debería tolerarlos.

La revolución no será televisa es un film estilo documental que retrata desde adentro lo que fue el golde de estado que se produjo en Venezuela, en el 2002, contra Hugo Chávez, quien había sido elegido democráticamente hacía tres años. Fue una operación, en conjunto, por parte de la cúpula militar, los medios grandes de comunicación y el poder empresarial. No se habían bancado que el nuevo régimen discutiese ese orden establecido y que, por ejemplo, cambie las condiciones de cómo iba a ser distribuido el millonario ingreso por la venta de petróleo, esa faceta en la que el país bolivariano es cuarta potencia.

Tampoco toleraron la creación de cuarteles bolivarianos (comunas) en los que se le daba un poder al pueblo para elegir, discutir y ser parte de las decisiones. Políticas de base que empezaban a alcanzar a los sectores históricamente desprotegidos, esos a los que el orden establecido nunca le interesó ni le interesa llegar. Pedro Carmona, empresario ligado a la oligarquía nombrado presidente tras el secuestro de Hugo Chávez, fue una de las cabezas de la maniobra desestabilizadora.

Entender ese golpe de estado, cuya duración fue de 3 días porque luego hubo una multitud que salió a las calles y logró la vuelta de Chávez, es entender, en parte, la enorme manipulación que ejercen cotidianamente los medios hegemónicos de comunicación, instalando teorías falsas y manipulando menes.

Por eso es que la revolución no será televisada, al menos, por los medios que responden a los grandes intereses.


https://www.youtube.com/watch?v=Cko8R2ZSEzE Acá, el link para disfrutar del documental.

lunes, 11 de julio de 2016

Repensar el Bicentenario

Por Lucas Abbruzzese


¿Qué fue el 9 de Julio de 1816? ¿La independencia definitiva? ¿El comienzo del exterminio de los pueblos originarios? ¿La larga historia de la oligarquía en el poder? ¿Fue real que se cruzó la Cordillera con burros y yeguas, algo que suena más a utópico y de otra vida que a real? ¿A quiénes favorecieron aquellas des-colonizaciones? Argentina y una rueda que parece volver siempre al mismo lugar: las clases oligárquicas dominantes en el poder.

Argentina. 9 letras. 4 sílabas. Una historia con ese nombre propio desde 1816, año en el que se declaró la independencia y del que en estos días se cumplieron 200 años. Justo el Bicentenario fue el aniversario en el que se han recordado viejas épocas nefastas. Una de ellas fue la aparición en el desfile militar de Aldo Rico, símbolo del levantamiento carapintada de la Semana Santa de 1987 que puso en jaque al gobierno democrático de Raúl Alfonsín y que ponía la voz en alto por los juicios a los milicos culpables de la dictadura que había finalizado hacía menos de 5 años.

“La democracia no tolera el desfile de genocidas y golpistas”. Y aquí un destello: ¿Hay real democracia cuando todavía en el siglo XXI hay gente en la calle, desigualdad creciente y recortes a la educación?

La presencia de este personaje, además de la de otros matones de la última dictadura (por no mencionar la innecesaria presencia de un Falcón verde, con todo lo que esto simboliza), lanza varios disparadores; entre ellos, ¿por qué nuestra historia es una rueda de volver siempre a las clases dominantes? ¿No existió ni hay la suficiente organización de los sectores populares como para impedirlo? De Hipólito Yrigoyen a la Década Infame, de Juan Domingo Perón a casi 30 años de dominio militar (y el aniquilamiento de una juventud que luchó como nunca y que luego fue ninguneada), Menem y sus privatizaciones, el resurgimiento de clases despojadas y la llegada de Mauricio Macri y un país para empresarios, ricos y la oligarquía del Club de Polo, los CEOs, el Campo, la Sociedad Rural y más. Siempre se volvió al punto de partida: el dominio de unos pocos.

Repensar el Bicentenario es hacerlo desde entender el pasado para construir el futuro. Es el anhelo de una segunda, verdadera y definitiva independencia; que nada tenga que ver con los poderosos y los corruptos y sí con lo humano, la igualdad de oportunidades, la inclusión, el deporte como educación y no como negocio, una vivienda para todos, comida que alcance a cada pibe y no que sea tirada al final del día. Repensar nuestra historia es repensar quiénes nos contaron lo que contaron, desde qué lugar y por qué.


¿Será momento de romper las cadenas impuestas por las clases altas?

viernes, 8 de julio de 2016

El último tren a Auschwitz

Por Lucas Abbruzzese



Sobran palabras luego de ver esta película. Sobra cualquier tipo de connotación porque quedan al descubierto lo que fueron las máximas miserias humanas de la historia. La cara de los fieles servidores del régimen nazi. Lo que fue la complicidad de cada sector de la sociedad para con esa dictadura, de las peores dictaduras posibles, esa a la que la última -también- dictadura argentina copió cada detalle.

El capitalismo en cada momento y en su máxima expresión. La explotación del hombre por el hombre. La degradación del otro, el creerse superior. Un vagón de tren. Cientos adentro. El camino hacia el infierno. Fue el camino del saber que el abismo estaba allí nomás. El aprovechamiento de las fuerzas de seguridad para intercambiar objetos de valor por un poco de agua.

Europa, fútbol, Auschwits y actualidad.

Marcelo Bielsa emitió este viernes un comunicado en el que informó su no vinculación con la Lazio, club italiano al que iba a dirigir. Es la misma institución que posee una hinchada, los ultras denominados Irriducibili, que reivindican al nazismo y a Auschwitzz en cada partido que su elenco juega como local en el Olímpico. No son los únicos. Europa sufre, tanto dentro como fuera de los estadios, una avanzada calamitosa que rememora -y destaca- tiempos de Hitler y la peor de las catástrofes desde que el hombre es hombre.
Mar del Plata ha amanecido hace poco con pintadas esvásticas, caras tapadas, el brazo en largo y el recordatorio de la peor de las miserias. Entender un poco estos hechos es quizás reflexionar algo sobre las sociedades que se construyeron tras la Segunda Guerra Mundial, con un capitalismo salvaje que se apoderó de todo, hasta del alma de cada uno.

https://www.youtube.com/watch?v=2yZUplpZ0xY Acá, el link para ver la película.

jueves, 7 de julio de 2016

Los jugadores son el poder real

Por Lucas Abbruzzese




“Para entrar no te preguntan ni quién sos ni nada, sólo cuánto traés y ahí entrás”, deslizó el periodista Ezequiel Fernández Moores en una entrevista. Es el negocio el que mueve en el fútbol un dinero infernal que nadie se cuestiona de dónde proviene. ¿Paraísos fiscales? ¿Del lavado? ¿De la mafia? ¿De la trata? Los popes que manejan la actividad, siempre de saco y de corbata, poco han hecho paro pensar un deporte mejor y mucho para ver cómo se siguen enriqueciendo.

Se cree, y con fundamentos, que la verdadera fuerza la tienen ellos. Discrepo. El poder real del fútbol es de los jugadores. Son justamente ellos –los jugadores- a los que han convertido en una mercancía a explotar, con calendarios imposibles, partidos de pretemporada inservibles y perjudiciales, viajes a destinos inhóspitos con el único fin de recaudar y exigencias que despojaron a lo lúcido. Son justamente ellos –los jugadores- los que en sus pies y cabezas tienen la oportunidad de parar la pelota y gritar bien fuerte un “acá no se juega más hasta que no haya transparencia y modificaciones”.

¿Qué sería del juego sin sus jugadores? ¿Qué pasaría con el fútbol sin sus futbolistas? Hay muchas cabezas como para pensar cómo empezar desde cero. Se acabaría el negocio. No habría partidos y, por lo tanto, el show se apagaría. La mayor traba es que ellos mismos crecieron bajo el dominio de dirigentes oscuros, representantes mafiosos y un sistema que hoy los usa y mañana los descarta. ¿Hay lugar para la reflexión? Siempre, aunque debiera ser organizada.

El fútbol argentino necesita de ellos. De que empiecen a estar en la mesa de decisiones. El rol pasivo de los dueños real de la pelota es un doble problema que aprovecha el negocio. Hay que limpiar la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) de todo este mundo heredado de Julio Humberto Grondona. Ya comenzó Diego Maradona a imponerse. ¿Está solo? ¿Quién lo acompaña? ¿Cómo es tomado que un tipo sabio como Juan Sebastián Verón, en medio de todo el escándalo, salga de una reunió riéndose con Daniel Angelici? ¿Hasta cuándo Carlos Bilardo va a tener voz y voto mientras César Menotti, uno de los tipos más influyentes en la historia del fóbal argentino, siga observando todo desde afuera? ¿Hasta cuándo habrá que soportar que los medios masivos de comunicación le continúen dando el micrófono a Caruso Lombardi?


El poder real es el de los jugadores. Es hora de despertarse y utilizarlo. Allí afuera esperan una estructura para inferiores, una mirada más social e inclusiva, unos clubes arruinados que despojen las actividades sociales, un Lionel Messi necesario para la reconstrucción.

martes, 5 de julio de 2016

A la mesa, los que saben

Por Lucas Abbruzzese


El fútbol argentino ha tocado más que fondo. Ha fracasado pero no deportivamente, lo ha hecho en términos de proyectos, estructuras y planificación. El deporte se llenó de magnates, empresarios, ricos que su gran puente con esto a lo que ellos sólo utilizan es el dinero y la codicia, el poder. Dentro de todo ese juego; inclusión, organización, educación y espejo para crecer quedaron tan lejos como despojadas de su esencia.

Tuvimos un Diego Maradona y jugamos con él. Tenemos un Lionel Messi y lo despreciamos y lo rebajamos. Gozamos de un José Pékerman pero el mensaje, con Carlos Bilardo como director de selecciones, fue que “salir campeones en juveniles no servía para nada”. ¿Qué se quiere? ¿Para qué? ¿Con quién? ¿Cómo? ¿Alguien se pregunta algo en medio de los intereses creados?

De Pékerman se pasó a Basile. De Basile, a Maradona. De Maradona, a Batista. De Batista, a Sabella. De Sabella, a Martino. De Martino, a…

Ya ni nombres hay. Y aunque no son pocos los que creen que esto no pasa por los nombres, me atrevo a decir que sí. Pero no el nombre para la dirección técnica. Son los apellidos para conformar una mesa de decisiones y planificaciones. En esa mesa, si es que se anhela salvar al fútbol argentino, no pueden faltar ni César Menotti ni Marcelo Bielsa ni los Riquelme ni los Redondo ni los Maradona ni lo viejos y actuales jugadores. Al fútbol los que son del fútbol. Los sabios. Los que saben. Nada será más rentable que crecer desde las bases, fomentando el juego y excluyendo las urgencias.


¿Quién conoce a todos estos que desembarcaron en el ícono cultural de Argentina? ¿De dónde salieron? ¿Por qué el fútbol es tan atractivo para los negocios y tan poco para invertir a largo plazo? ¿Cómo llegaron a ser dirigentes? ¿Por qué juegan con la pelota desde los escritorios?

Hay que parar la pelota. Afuera. Los jugadores del fútbol argentino tienen en su poder hacerlo y exigir autoridades acordes. Si no, la bocha no empezará a rodar. No habría fútbol sin futbolistas. No habría negocio. Un cambio obligado.

En medio de toda esta porquería, le exigimos a Messi que sea campeón del mundo y que, si no lo logra, será un fracasado. ¿Pero saben qué? Los fracasados somos todos nosotros que no movemos ni un pelo por crear una deportividad acorde a lo que representamos. Por eso, a la mesa los que saben.