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miércoles, 19 de julio de 2017

De Riquelme a Panzeri y cómo pensar el fútbol y el periodismo

La batalla cultural la ha ganado fuertemente el capitalismo. El mundo del capital se ha asentado casi con un tono dictatorial hacia los días que vivimos. El tener se impuso sobre el ser. Porque para ser, nos dicen, hay que tener. Se han olvidado que uno es por el hecho de ser, de respirar, de ser parte de un mundo. ¿Qué mundo? ¿Acaso nos hemos puesto a pensar el mundo en el que vivimos? Si se refiere a grandes escalas; la globalización, la mercancía y el negocio se han impuesto ferozmente por sobre los seres humanos.

El periodismo y el fútbol no resultaron exentos de esta maquinaria del capital. El agobio “informativo” es constante. Permítanme las comillas, ya que considero que cada vez se informa menos. Informar -explica Ezequiel Fernández Moores- es dar forma. Es educar. Es hacer pensar. Y poco de eso ha quedado. ¿Nos damos por vencido? Para nada. Por estos días, más precisamente, el sábado 8 de julio, Página/12 lanzó un suplemento llamado Enganche. Es deportivo y abrió con una entrevista a Juan Román Riquelme, quien en una de sus primeras respuestas enseñó:

“Después del retiro descubrí que el futbolista vive una realidad que no es la que vivimos todos. Mi suerte era que siempre volvía a Don Torcuato y acá estaba la gente que no me dejaba que me confunda. Seguramente que si cambio o si hago una cagada me va a agarrar alguien, me va a sentar y me va a decir que no está bien.”.

Nunca olvidarse de dónde salimos. ¿Alguien, durante el proceso de formación o en primera división, está al lado del jugador de fútbol (como persona, porque siempre primero está la persona) para advertirle los riesgos de los millones, la fama, las cámaras? Román, y no hace falta más que escuchar a sus compañeros, parece no haberse olvidado del barrio, los amigo, la familia. Los valores.

Este capitalismo salvaje arrasó con todo. La sabiduría, el saber, el conocimiento…han quedado en un plano secundario. Ya insistía y anticipaba Dante Panzeri, en 1967, en su libro Fútbol, dinámica de lo impensado, los riesgos de este negocio:

“Bajo denominaciones más acordes con la instalación de un show, que no de una racionalización del trabajo para un deporte profesional, esos mismos hombres fueron suplantados por la sonoridad de las rebuscadas y artificiales denominaciones, que se asociaron a los hombres que, con más audacia que talento, coparon las posiciones de un inexistente magisterio bajo apariencias de directores técnicos, asimilados al fútbol como instrumentadores de la inaudita automatización de la espontaneidad, que hoy se pretende hacer creer que conforma un llamado fútbol moderno. Siempre antiguo. Siempre fútbol, el único, el bueno o el malo. El de los jugadores”.

Y siguió Panzeri:

“El proceso siguiente empezó disfrazándose con la necesidad de adaptar el fútbol al progreso de la humanidad moderna. Ese proceso atraviesa hoy por la necesidad de seguir disfrazando dialécticamente la cobertura de seriedad de un simple show internacional de lo absurdo, que pretende nutrirse de la inocencia. Se ha hecho posible la actual Obra Maestra de la Psicosis Tecnológica: Entrenador, DT, Preparador Físico, Kinesiólogo, Asesor técnico del DT, Espía de adversarios, Director General de Fútbol, Ayudante de campo, Médico clínico, Médico traumatólogo, Médico dietólogo, Otorrinolaringólogo, Pedicuro, Asistentes sociales, Psiquiatras-Psicoanalistas, Utileros, Asesor espiritual, Profesores de idiomas, Médico deportólogo, Contact-man, Manager, Meteorólogo”.

No hizo falta más que leer la entrevista a Riquelme para acordarse de Panzeri. Es que el máximo ídolo de la historia de Boca deslizó: “al fútbol lo han convertido en una empresa. Se habla de nutricionista, del profe, de este, del otro, del representante, del dirigente. Antes no se hablaba de nada. O jugabas bien o jugabas mal. Y no hay otra, eh. Entiendo que esto es un trabajo o que es un negocio, pero si jugás bien vas a ganar. No me van a vender otro cuento, porque el fútbol no es una empresa, es un juego hermoso en el que hay que jugar mejor que el contrario. Si lo entendemos así, vamos a andar bien”.

¿Qué hubiera agregado Panzeri a esto? “Todo sea por el traspaso de un juego a una cosa seria”.

Gente idónea en los puestos de privilegio se necesita. No todo es el capital ni el tener. No hay mejor capital que el del saber. Las empresas, los gerentes de las multinacionales y el poder han ocupado lugares que no les corresponde. Por eso es necesario volver a Panzeri. Y a Riquelme. Y a cada uno que nos aleje del circo cotidiano. ¿Habrá leído Román a Dante? No lo sabemos. De lo que estamos seguros es que sus formas de ver al deporte más popular de todos son similares.



“Muchos, muchos más, que juegan desde afuera que cuantos lo hacen desde adentro. En el afán de parecer, poco importa el no ser. Y es así como, a medida que más fuerte se hace la duda acerca de quiénes saben el fútbol que nadie puede enseñar, más abundan los diplomados de supuesta capacidad para enseñar este fútbol que no se puede enseñar”, Dante Panzeri.

jueves, 2 de febrero de 2017

Saber jugar para saber correr

“El fútbol es un juego de vitalidad cerebral que necesita de la vitalidad física”. La firma de esta frase le pertenece a Dante Panzeri, quien desde sus lugares luchó contra lo que al fútbol estaba llegando: un conjunto de especialistas en cuestiones atléticas que poco sabían del deporte más popular del planeta. En nombre del negocio y de ser serios (¿qué significará ser serio en esta vida llena de miedos y de consumo y de mensajes que lo lúdico dejó de ser parte de la vida de un jugador?), una maquinaria llegó al fútbol.

Y se instaló. Y correr empezó a ser más importante que jugar. Y las palabras raras despojaron a los idóneos y conocedores. Y los carrileros desplazaron a los enganches. Permanecer comenzó a ser más importante que saber. El qué derrotó por goleada al cómo. Los escritorios le robaron fama a la pelota. Los millones, sonrisas al futbolista.

Andrés D´Alessandro regresó con 35 años a River y se fue con 36. Arribó a Núñez, casi en una operación secreta, en el verano pasado. Y durante un año fue el que más clara la tuvo. Lejos de que a esa edad no se puede jugar y que en el fútbol argentino te comen los talones, quien portó el número 22 en la espalda demostró que sí se puede porque la pelota es lo más importante. Y la cabeza, claro. Y su cabeza iba más adelante que la del resto. Conocer el juego es infinitamente más importante que correr kilómetros para vaya a saber uno qué.

Su pico de rendimiento fue en el Superclásico de diciembre que Boca terminó ganando 2-4. La rompió. Su salida coincidió con la levantada del rival, desde donde se llegó a decir, ante los micrófonos, que “la salida de D´Alessandro fue clave y nos favoreció”. Manejar los ritmos de un partido, que la bola vaya más rápido que las piernas. Una pisada vale más que mil metros. En un fútbol en el que todos parecen correr desenfrenados, él aportó pausa. Y, sabemos, al fútbol sin pausa no se puede jugar. Escasea el freno, la tranquilidad, el pensar.


En este fútbol físico, de músculos, de gimnasio es necesario reivindicar a los D´Alessandro. Y como a él, a un, por ejemplo, Riquelme. En esta lista aparecen los Xavi y los Iniesta. Habría que repasar en las estadísticas de “kilómetros recorridos” (¿para qué sirven?) qué tan abajo están en la tabla. Los números que nunca aparecen son las de influencia en el juego. Son los que entienden que entender lo de espacio, tiempo y precisión es más importante que correr. D´Alessandro ya no está, River correrá ahora más porque tendrá menos la pelota. 

martes, 24 de enero de 2017

"Sin offside el fútbol sería un hormiguero"

Marco Van Basten fue un goleador único. Holandés y diestro, fue de esos centrodelanteros que todo lo sabían en el área. De esos con una gama de recursos inigualables para definir. Actualmente ejerce el cargo de director de desarrollo técnico de la FIFA (sic). “En pos de querer mejorar el juego”. Al menos así lo aseguran quienes no paran de crean puestos para seguir viviendo del fútbol, eso que cada vez parece jugarse más en las oficinas que en el césped.


Van Basten fue eje de críticas por querer abolir la ley del offside. Una de las que se rescatan, indudablemente, es la del Flaco Menotti: “el fuera de juego es lo que te hace pensar”. ¿Se imaginan si no existiese esta regla? ¿Para qué se achicaría? Cada jugador debería ocupar hectáreas de cancha. Estaríamos hablando de otro juego.

Todo momento, cada rato es propicio para citar a Dante Panzeri. Esto escribió en 1967, junto con Carlos Peucelle, en su Fútbol, dinámica de lo impensado; una especie de biblia futbolística y periodística obligatoria, acerca del fuera de juego:

“La desproporción numérica entre el ataque y la defensa era compensada por la ley del offside. La antigua ley sólo permitía al delantero estar en juego teniendo tres jugadores entre él y la línea de gol. En este sistema no era necesaria la marcación estricta sobre los delanteros. Con solo adelantarse un zaguero lograba fácilmente colocar en posición de offside a los delanteros. Sin offside el fútbol sería un hormiguero.
“Esta manera de jugar redujo los goles, siendo muchos los partidos en que no se abría el score. En el año 1925 se enmendó esta deficiencia del reglamento. La Internacional Board modificó la ley del offside de tal manera que bastaba la presencia de dos jugadores para estar habilitado el atacante.

“Con la modificación se aumentaron las posibilidades del ataque y también era necesario buscar un medio para reforzar la defensa sin debilitar el ataque. Ello dio lugar al surgimiento de nuevos sistemas”.

viernes, 2 de septiembre de 2016

El conocimiento como fórmula de salvación

¡Vayan! No duden. Allí está, todos los días en su departamento y yendo al mismo bar. Es uno de los tipos que más sabe del fútbol en el mundo. Fue fuente de consulta de tipos como Johan Cruyff o Pep Guardiola. En su formación pasó por los conceptos de Pedernera. ¡Vayan a buscarlo! No duden. César Luis Menotti aún tiene mucho para darle al fútbol argentino.

Por Lucas Abbruzzese



Desorganización. Sin rumbo. Mensaje atrofiado. Menotti –estamos en los primeros años de los 70- le presentó un proyecto a una AFA que cambiaba de presidente seguido. Tras el Mundial de Alemania 1974, agarró al seleccionado y algo cambió para siempre. Es que el Flaco fue justamente eso: el tipo que quebró para bien la historia. El hombre concepto. Conocimiento puro. Sin embargo, el fútbol, testarudo y que no sabe de lógicas, se adueñó del mensaje del negocio, ese al que no le importa el juego, sino sólo los que ganan.

Fue esa intromisión despojada de lo cultural la que permitió, entre sonrisas y la mal llamada picardía, que, por ejemplo, se intoxicara a un rival con un bidón. El mismo “ingenioso” de ese acto nefasto y cobarde fue elegido Secretario de Deportes por Daniel Scioli. O también coordinador de selecciones juveniles. Carlos Bilardo encarnó durante décadas la visión del poder. Tiempo en el que Menotti la miraba desde afuera.

44 proyectos se le presentaron a la Comisión Regularizadora para llevar a cabo un proceso en las inferiores argentinas. Uno de ellos es de Menotti. ¿Hay alguien mejor que quien más sabe para encarar algo? Quizás un segundo quiebre histórico. El fútbol argentino necesita un cambio radical. Y nada mejor que hacerlo desde los sabios, los maestros, los idóneos.

Por estos días apareció en internet un video de Menotti, en una conferencia de un Congreso de Entrenadores. 1995. 45 minutos. Escucharlo es empaparse de sabiduría:

“Es un deporte invadido por el negocio. Me siento maltratado por la cantidad de mensajes de confusión a un público que pareciera que está perdiendo el buen gusto o la memoria de lo que ha significado el fútbol argentino: un hecho cultural y de expresión.
Un equipo, antes que nada, es una idea y un compromiso y convicciones.
Tenemos que tener cuidado con la soledad del éxito conseguido de cualquier manera.
Lo que hace el modernismo es quitarle al futbolista el placer de jugar.
Un entrenador de fútbol es mucho más que un hombre exitoso que gana cosas. El entrenador de fútbol tiene que tener un enorme compromiso con el espectáculo y la gente.
Antes de empezar a hablar de tácticas, tenemos que hablar de nombres propios.
El sacrificio emociona, pero lo que sensibiliza al hombre es el talento.
El tema pasa por qué dejamos cuando el éxito no nos acompaña”.


https://www.youtube.com/watch?v=q2YCsrybwx8&feature=youtu.be Acá, el link del video. Disfruten. Anoten. Debatan.

miércoles, 20 de julio de 2016

Mi amiga, la pelota

Por Lucas Abbruzzese

¿Quién vociferó y aseguró y hasta ninguneó que la amistad entre el hombre y la mujer no existe? ¿Quién habrá instalado esa absurda tesis?

Hay un fiel –y vaya si es fiel- ejemplo que desarma cualquier teoría casi que impuesta y que pone allá arriba eso de ser amigos entre sexos opuestos: el hombre es feliz con LA pelota a su lado. Ella, claro, suena a femenino. Así se usa. También se podría utilizar el balón, la bocha, la redonda, el esférico…Jamás dejará de ser la pelota.


Con un Xavi siempre irá a ese lugar indicado y tendrá constantemente noción del contexto. Con un Ronaldinho se divertirá como con pocos. Con un Messi gozará cada tres días.

La pelota, cada vez con un lazo afectivo más fuerte con las mujeres que se involucran a jugar, es una amiga. O así debería serlo: en la cancha, en la playa, en el fondo de una casa o en cualquier espacio que se juegue con ella. Porque de eso se trata: de un hecho lúdico que hay que recuperar. Nunca te abandona. No tiene la culpa del desprecio que le propinan los desalmados que la revolean. Tampoco debe ser señalada cuando no va a destino.

Hay amistades más fuertes que otras. Sin dudas, la pelota ha sido tan amiga como hermana de los tipos como Juan Román Riquelme o Andrés Iniesta. La pisan, la amasan y no por desprecio; sino porque la cuidan, la cobijan, le dan rienda suelta a la creatividad y felicidad. Nunca fue amigable, ni tuvo ganas, con aquellos que la tratan como si fuese rugby.

Lo que sí está claro es que ella, la pelota, manda. Es la dueña en la relación, cuyos integrantes no tienen por qué ser dos. Atrevida, imprevisible y caprichosa no llega cualquiera a afrontar una relación. Exige buena calidad, tanto debajo de la autopista como en las mejores canchas del mundo. Al menos en el rectángulo de juego. Porque afuera habrá infinidad de cuestiones para establecer amiguismo. Porque el deporte logra eso.


Feliz día, pelota. Gracias por tanto y, a veces, perdón por tan poco.

viernes, 8 de julio de 2016

El último tren a Auschwitz

Por Lucas Abbruzzese



Sobran palabras luego de ver esta película. Sobra cualquier tipo de connotación porque quedan al descubierto lo que fueron las máximas miserias humanas de la historia. La cara de los fieles servidores del régimen nazi. Lo que fue la complicidad de cada sector de la sociedad para con esa dictadura, de las peores dictaduras posibles, esa a la que la última -también- dictadura argentina copió cada detalle.

El capitalismo en cada momento y en su máxima expresión. La explotación del hombre por el hombre. La degradación del otro, el creerse superior. Un vagón de tren. Cientos adentro. El camino hacia el infierno. Fue el camino del saber que el abismo estaba allí nomás. El aprovechamiento de las fuerzas de seguridad para intercambiar objetos de valor por un poco de agua.

Europa, fútbol, Auschwits y actualidad.

Marcelo Bielsa emitió este viernes un comunicado en el que informó su no vinculación con la Lazio, club italiano al que iba a dirigir. Es la misma institución que posee una hinchada, los ultras denominados Irriducibili, que reivindican al nazismo y a Auschwitzz en cada partido que su elenco juega como local en el Olímpico. No son los únicos. Europa sufre, tanto dentro como fuera de los estadios, una avanzada calamitosa que rememora -y destaca- tiempos de Hitler y la peor de las catástrofes desde que el hombre es hombre.
Mar del Plata ha amanecido hace poco con pintadas esvásticas, caras tapadas, el brazo en largo y el recordatorio de la peor de las miserias. Entender un poco estos hechos es quizás reflexionar algo sobre las sociedades que se construyeron tras la Segunda Guerra Mundial, con un capitalismo salvaje que se apoderó de todo, hasta del alma de cada uno.

https://www.youtube.com/watch?v=2yZUplpZ0xY Acá, el link para ver la película.

jueves, 7 de julio de 2016

Los jugadores son el poder real

Por Lucas Abbruzzese




“Para entrar no te preguntan ni quién sos ni nada, sólo cuánto traés y ahí entrás”, deslizó el periodista Ezequiel Fernández Moores en una entrevista. Es el negocio el que mueve en el fútbol un dinero infernal que nadie se cuestiona de dónde proviene. ¿Paraísos fiscales? ¿Del lavado? ¿De la mafia? ¿De la trata? Los popes que manejan la actividad, siempre de saco y de corbata, poco han hecho paro pensar un deporte mejor y mucho para ver cómo se siguen enriqueciendo.

Se cree, y con fundamentos, que la verdadera fuerza la tienen ellos. Discrepo. El poder real del fútbol es de los jugadores. Son justamente ellos –los jugadores- a los que han convertido en una mercancía a explotar, con calendarios imposibles, partidos de pretemporada inservibles y perjudiciales, viajes a destinos inhóspitos con el único fin de recaudar y exigencias que despojaron a lo lúcido. Son justamente ellos –los jugadores- los que en sus pies y cabezas tienen la oportunidad de parar la pelota y gritar bien fuerte un “acá no se juega más hasta que no haya transparencia y modificaciones”.

¿Qué sería del juego sin sus jugadores? ¿Qué pasaría con el fútbol sin sus futbolistas? Hay muchas cabezas como para pensar cómo empezar desde cero. Se acabaría el negocio. No habría partidos y, por lo tanto, el show se apagaría. La mayor traba es que ellos mismos crecieron bajo el dominio de dirigentes oscuros, representantes mafiosos y un sistema que hoy los usa y mañana los descarta. ¿Hay lugar para la reflexión? Siempre, aunque debiera ser organizada.

El fútbol argentino necesita de ellos. De que empiecen a estar en la mesa de decisiones. El rol pasivo de los dueños real de la pelota es un doble problema que aprovecha el negocio. Hay que limpiar la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) de todo este mundo heredado de Julio Humberto Grondona. Ya comenzó Diego Maradona a imponerse. ¿Está solo? ¿Quién lo acompaña? ¿Cómo es tomado que un tipo sabio como Juan Sebastián Verón, en medio de todo el escándalo, salga de una reunió riéndose con Daniel Angelici? ¿Hasta cuándo Carlos Bilardo va a tener voz y voto mientras César Menotti, uno de los tipos más influyentes en la historia del fóbal argentino, siga observando todo desde afuera? ¿Hasta cuándo habrá que soportar que los medios masivos de comunicación le continúen dando el micrófono a Caruso Lombardi?


El poder real es el de los jugadores. Es hora de despertarse y utilizarlo. Allí afuera esperan una estructura para inferiores, una mirada más social e inclusiva, unos clubes arruinados que despojen las actividades sociales, un Lionel Messi necesario para la reconstrucción.

martes, 5 de julio de 2016

A la mesa, los que saben

Por Lucas Abbruzzese


El fútbol argentino ha tocado más que fondo. Ha fracasado pero no deportivamente, lo ha hecho en términos de proyectos, estructuras y planificación. El deporte se llenó de magnates, empresarios, ricos que su gran puente con esto a lo que ellos sólo utilizan es el dinero y la codicia, el poder. Dentro de todo ese juego; inclusión, organización, educación y espejo para crecer quedaron tan lejos como despojadas de su esencia.

Tuvimos un Diego Maradona y jugamos con él. Tenemos un Lionel Messi y lo despreciamos y lo rebajamos. Gozamos de un José Pékerman pero el mensaje, con Carlos Bilardo como director de selecciones, fue que “salir campeones en juveniles no servía para nada”. ¿Qué se quiere? ¿Para qué? ¿Con quién? ¿Cómo? ¿Alguien se pregunta algo en medio de los intereses creados?

De Pékerman se pasó a Basile. De Basile, a Maradona. De Maradona, a Batista. De Batista, a Sabella. De Sabella, a Martino. De Martino, a…

Ya ni nombres hay. Y aunque no son pocos los que creen que esto no pasa por los nombres, me atrevo a decir que sí. Pero no el nombre para la dirección técnica. Son los apellidos para conformar una mesa de decisiones y planificaciones. En esa mesa, si es que se anhela salvar al fútbol argentino, no pueden faltar ni César Menotti ni Marcelo Bielsa ni los Riquelme ni los Redondo ni los Maradona ni lo viejos y actuales jugadores. Al fútbol los que son del fútbol. Los sabios. Los que saben. Nada será más rentable que crecer desde las bases, fomentando el juego y excluyendo las urgencias.


¿Quién conoce a todos estos que desembarcaron en el ícono cultural de Argentina? ¿De dónde salieron? ¿Por qué el fútbol es tan atractivo para los negocios y tan poco para invertir a largo plazo? ¿Cómo llegaron a ser dirigentes? ¿Por qué juegan con la pelota desde los escritorios?

Hay que parar la pelota. Afuera. Los jugadores del fútbol argentino tienen en su poder hacerlo y exigir autoridades acordes. Si no, la bocha no empezará a rodar. No habría fútbol sin futbolistas. No habría negocio. Un cambio obligado.

En medio de toda esta porquería, le exigimos a Messi que sea campeón del mundo y que, si no lo logra, será un fracasado. ¿Pero saben qué? Los fracasados somos todos nosotros que no movemos ni un pelo por crear una deportividad acorde a lo que representamos. Por eso, a la mesa los que saben.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Certezas de esta doble fecha de Eliminatorias

Tiempo y tranquilidad son esenciales para que un equipo trate de encontrarse y jugar como el entrenador lo piensa. Para Argentina, los recientes dos partidos dejaron más certezas que dudas.

Analizar desde el resultado siempre es perjudicial. Como tantas otras veces, y también como se impone en los días que corren, eso fue lo que sucedió luego de la igualdad contra Brasil: se habló más de que Argentina había quedado penúltima en la tabla de posiciones rumbo a Rusia 2018 y poco y nada de las mejoras futbolísticas y de haber empezado a encontrar jugadores proclives a la idea que pregona el Tata Martino. El mensaje que bajaba, con apenas tres fechas disputadas, era de alarmarse y pedir renuncias y no lo hecho sobre el terreno de juego.

Pareciese que el entrenador del seleccionado nacional no es un favorito de la prensa. No al menos en el sector del periodismo, muy amplio por cierto, que exige resultados a cualquier costo y que olvida los procesos. Más allá del dramatismo que retumbó desde los micrófonos, esta doble fecha de Eliminatorias dejó muchas más certezas que dudas para el equipo argentino, que no contó con su máxima expresión: Lionel Messi.

Una de esas cuestiones que quedaron plasmadas positivamente fue Lucas Biglia. El volante interno u 8 o conductor o como se lo quiera llamar fue la gran figura en Barranquilla. De Xavi no solo tuvo la número 6 en la espalda, sino también momentos de conducción y de esconder la pelota ante la presión rival. Manejó de gran manera las contras, quitó y marcó los tiempos y caminos de la posesión del balón. Tuvo un gran socio en Éver Banega, quien también se hizo cargo, tanto contra Brasil como versus Colombia, de la bocha y su destino. Aportó pases entre líneas y movilidad para ser el tercer hombre y crecer.

Y aquí se abre uno de los interrogantes: ¿Javier Pastore será titular cuando se sienta bien físicamente para marzo, mes en el que la selección volverá a jugar (Chile y Bolivia)? Es sabido que a Martino le gusta el triángulo en el mediocampo, dos extremos bien abiertos y un punta. Ante ese panorama se ve imposibilitada la posibilidad de juntar alrededor de Javier Mascherano a Biglia, Pastore y Banega. Además de los nombres propios, el Tata deberá encontrar a los mejores socios dentro de la cancha, quién se asocia mejor con Messi y Agüero, quién llega más y mejor al área.


La dupla de defensores centrales fue, tanto ante Brasil como contra Colombia, uno de los puntos más altos de Argentina. Nicolás Otamendi y Ramiro Funes Mori llegaron a la titularidad en la Albiceleste como para quedarse con esos puestos. Fueron garantía en las alturas y, sobre todo, aportes muy valiosos en ataque: anticipo para mantener al once junto y decisión y carácter para pasar al ataque si no había opciones de entrega a la vista. Ambos saben jugar con riesgos, ya que se plantea que estén constantemente en la mitad de la cancha, y eso es valiosísimo por el contagio y por la seguridad de atrás hacia adelante.

lunes, 28 de septiembre de 2015

El fascinante gato con botas

*Nota escrita por Jorge Valdano cuya publicación se hizo el sábado en la revista Récord, de México. Como no se digitaliza, acá va el texto del ex futbolista. Es que vale la pena cada reflexión en tiempos de apuro.



Probablemente fue Alfredo Di Stéfano quien dejó en el Real Madrid esa admiración hacia los jugadores que se entregan hasta el límite. Llevaba el número “9” en la espalda, pero se sentía con derecho a invadir todas las zonas del campo. Alfredo se cansó de hacer goles espectaculares, pero quienes lo rememoran parece que se han puesto de acuerdo en repetir la siguiente frase: “salvaba un gol en su arco y en la jugada siguiente marcaba un gol en el arco contrario”. Fue el primero de esa estirpe. Un revolucionario que marcó una pauta de conducta que siguieron otros ídolos del club. El último fue Raúl, un jugador de una inteligencia superior, pero que levantaba a los hinchas de sus asientos cuando se ponía a correr a todo lo que se movía, arrastrando hacia el esfuerzo al equipo entero. Son raros los jugadores técnicos y pausados que hayan sido indiscutibles en el Madrid: se me caen del recuerdo los nombres de Butragueño y Zidane. También Guti, aunque con menos regularidad. No muchos más.

Entre esos antecedentes y la entronización que los hinchas y los periodistas han hecho de la “actitud” y la “intensidad”, los jugadores contemplativos (por pensantes) han caído en desgracia. No siempre fue así. En mis tiempos correr mucho era casi un deshonor. Cuando me tocó debutar en Newell`s compartí delantera con el “Mono” Oberti, muy técnico, ya veterano, algo gordito y goleador. En uno de los primeros partidos le entregué una pelota levemente imprecisa que él no hizo ningún esfuerzo por alcanzar. La dejó pasar con desprecio y me dijo algo que nunca olvidé: “Nene, la pelota al pie; si no, dedícate a otra cosa”. No parece, pero esas humillaciones enseñan mucho.

Algún tiempo después entrené a Romario, un talento descomunal alérgico al sacrificio. Prefería pagar dos millones de dólares de multa antes que dar una vuelta a la cancha, y cuando hacíamos juegos de posesión (lo clásico: dar veinte pases seguidos se cuenta como un gol) se aburría como un caracol (y corría, también, lo que un caracol). Ahora sí, cuando el juego incorporaba una portería, en los últimos veinte metros del campo no vi nunca algo igual. Era imaginativo, hábil, veloz en distancias cortas, preciso… Casi infalible ante el portero. Metía goles de todos los colores. En ocasiones, su pasividad era tan elocuente que daban ganas de matarlo, pero yo no podía más que admirar su valentía. Aunque el mundo se viniera abajo, él solo corría detrás de los balones peligrosos, esos que si un jugador como él los alcanza, se convierten en medio gol. Cero demagogia, se pusiera como se pusiera la ansiosa hinchada. De ahí mi admiración.

Así llegamos a Benzema, que en estos días lleva el número “9” de Alfredo Di Stéfano en el Real Madrid. Cuando digo “en estos días” me refiero a estos tiempos en los que la tendencia pide sacrificio (“huevos” en lenguaje futbolero). Cuando digo “Real Madrid” me refiero a ese componente cultural que hace que los hinchas se entreguen al jugador que demuestre con esfuerzo su lealtad al escudo. Pero Benzema, que juega mejor que nadie, no responde a ese ideal que antepone la testosterona al talento. Es un nueve y medio, en ocasiones casi un diez si nos atenemos a ese estilo que parece disfrutar más de un buen pase que de un buen gol. Es el clásico jugador al que le perjudica el número que lleva en la espalda. Con lo fácil que es en estos tiempos ponerse el “18” o el “73”. El “9” pide un goleador. Y si es rabioso, mejor.

La hinchada está feliz porque en los primeros cinco partidos de esta temporada Karim Benzema lleva cinco goles, algunos de ellos fáciles y hasta feos, como los que marcó en Bilbao esta misma semana, pero que demuestran su “voracidad”, su “hambre”, su “agresividad”; en definitiva, todo lo que Benzema no es. Porque no estamos ante un goleador sino ante un gran jugador que marca goles. Todo lo contrario que Cristiano Ronaldo, que coloca la obsesión y la ambición goleadora por encima de cualquier otra cosa. Mientras Cristiano busca el arco, Benzema devuelve una pared; elimina a un rival, hace un movimiento inteligente para que un compañero encuentre espacios; frena para quitarle vértigo a un equipo que, con Bale y Cristiano, a veces se pasa de velocidad… En fin, juega. En el momento en que el número de goles no sea coherente con el número que lleva en la espalda, volverá a ser discutido. Porque el pueblo está mucho más pendiente de sus errores que de esa capacidad para hacer mejores a sus compañeros.

En el fútbol todo es opinable. Sin embargo, sufro cuando hay que defender lo obvio. Porque Benzema tiene grandes admiradores (entre los que me cuento) y grandes detractores, y eso nos pone ante discusiones interminables. Fue puesto muchas veces en duda desde su llegada, pero como todos los grandes que he conocido, no negocia su estilo ni a palos. Juega como el hombre tranquilo que es. A su llegada al Madrid era un joven relajado de apenas veinte años que no había salido de su país, de su ciudad, de su club. Admiraba a Ronaldo (el gordo) y aunque parecía, como su ídolo, pasar de todo, tenía el triunfo entre ceja y ceja. Hay gente que amaga hasta en su forma de vida: parece una cosa y es otra. Tropezó con el idioma más tiempo del aconsejable, pero a pesar de las lógicas dificultades de adaptación social, en la cancha siempre respondió con un juego lúcido que tenía la virtud de clarificar todas las jugadas de ataque en las que participaba. Cuando llegó al club Mourinho, uno de esos entrenadores que aman a los Diego Costa muy por delante de los Benzema, le llamó “Gatito”. Sabemos que los gatos son de la familia de los felinos, como el león, el tigre o la pantera, pero Mou no iba por ahí. Los “gatitos” son domésticos, pacíficos e inofensivos. La cosa es así: si Benzema no metía goles, Mourinho tenía razón, es un “gatito”; y si Benzema marcaba goles, es porque Mourinho lo ayudó a espabilar llamándole “gatito”. Hay gente que siempre tiene razón.

Pero Benzema, en su sexta temporada en el Real Madrid, sigue vivito y coleando haciendo honor a las siete vidas que el lugar común le concede a los gatos. Adaptado socialmente, chapurreando el castellano, pasando por encima de las dudas generales, habiendo superado las humillaciones gatunas y marcando goles sin olvidarse de jugar divinamente al fútbol. Pero como también los cracks deben dejar constancia de que su talento es práctico, debo decir que han sido los números (goles que valieron puntos) y no su juego inteligente y sutil, el que le ha procurado el reconocimiento de estos días.    


Karim Benzema seguirá haciendo goles y nunca parecerán suficientes porque tiene al lado a un animal goleador insaciable que lleva las estadísticas hasta un lugar inalcanzable. Nadie en la historia del club, en un tramo de más de cinco años, ha sido capaz de marcar más goles que partidos jugados. Gloria a Ronaldo. Pero también gloria a Benzema, acompañante generoso que alimenta a ese animal con sus movimientos y sus pases medidos. Recordándonos que los jugadores no solo son grandes por lo que dicen los números, sino porque conocen todas las reglas de asociación que pide este juego al que estamos simplificando hasta límites inconcebibles. Hasta tal punto que la inteligencia colectiva, a la que tanto contribuyen los jugadores como Benzema, hay que explicarla como si se tratara de una excentricidad. Qué cruz.

viernes, 13 de marzo de 2015

¿Vos preferís jugar bien o ganar?

Un fútbol bastardeado por el resultadismo tiene hace décadas una pregunta de imposible solución, la cual, con algunos argumentos, se tratará de responder sin entrar en el falso debate de lo que propone el título.


No son pocos, vaya ellos, los que piensan que lo único que vale y que sirve es ganar. Son los mismos que analizan un partido o una situación desde el resultado, pero nunca de cómo se llegó a ella. Si perdiste pero jugaste mucho mejor y pegaste cuatro tiros en los palos, mientras que el rival se tiró todo atrás y en una contra te ganó el partido, lamentablemente ese elenco se llevará la tapa del diario y cualquier crítica partirá desde allí. Un resultadismo caníbal que penetró en una sociedad cómplice y que sigue el ritmo de los medios de comunicación que bajan el mensaje “primero ganemos, después vemos cómo”. ¿Hay un cómo realmente detrás de esa importancia primordial de la victoria?

“Ganar como sea”, se escucha por allá; “hoy hay que sí o sí”, baja desde la tribuna; “juega bien pero nunca ganó nada”, vociferan aquellos que defenestran el fútbol bien jugado y al que poco les importa llegar; “lo importante era ganar”, repiten otros. En cambio, cuando aparece alguien al que sí le importa las formas y más el camino que el final, aparece una típica y constante respuesta: “Si te dan a elegir, ¿preferís jugar bien o ganar?”.

No estaría mal aclarar, ante todo, que ganar no es una elección. Sí lo es la búsqueda de cómo hacerlo, desde cómo se entrena hasta lo plasmado sobre el terreno de juego. Luego puede salir o no, pero la intención y qué jugadores están en cancha así lo determinarán. ¿Quién elige ganar? ¿Quién perder? ¿Alguien optaría por la segunda? Nadie. El fútbol, dinámica de lo impensado, como nos dejó para siempre Dante Panzeri, es una acumulación de momento, de improvisaciones y de situaciones instantáneas que hay que resolver.

Entonces, quien pregunte si es mejor ganar o jugar bien, posiblemente tilde a su “contrincante” del debate como romántico, como a alguien que le gusta “jugar lindo”. ¿Qué es eso? Bien o mal jugado. No hay otra opción de cómo desempeñarse en el deporte más maravilloso del mundo, feamente convertido en un negocio. ¿Para qué ganar si durante el trayecto padecimos la forma de juego? ¿Para qué jugar si no es para divertirse y brindar un buen espectáculo?

“El fútbol que vale es el que queda en el recuerdo”, expresó una vez el Negro Fontanarrosa.

Y allí están, por citar algunos casos, la Holanda del 74, el Huracán del Clausura 2009, la Hungría de 1954 o Brasil de 1982. No salieron campeones. ¿Y? Serán recordados por siempre. También está el caso de muchos campeones a los cuales, para memorizarlos, habría que entrar a Internet o ir a un archivo. Otros, están en la memoria colectiva porque dejaron una huella e hicieron escuela. ¿O alguien va a dudar que el Barcelona que dirigió Pep Guardiola estará por siempre en la memoria por lo que jugaba por encima de los títulos obtenidos?

La alegría es un factor que parece olvidado pero imprescindible para el desarrollo de la vida. Hacerlo bien.

“Jugar bien –como piensa Ángel Cappa- para ganar, ya que el que mejor juega tiene más posibilidades de ganar”. El fútbol es felicidad, es rebelde y por eso tiene caprichos como que el que peor lo haga, en ciertas oportunidades, se quede con la victoria. A aquellos que desprecian el buen juego y el goce del mismo, no les vendría nada mal escuchar a uno de los creadores de la metodología de entrenar del Barcelona, Paco Seirul-lo: “Debemos construir un proyecto que permita a los jugadores que se enamoren del juego”.

Mientras más enamorados por el juego haya, más se disfrutará sobre el verde césped. A más enamorados, más curiosos por entender cada concepto futbolístico. A más enamorados, menos a los que sólo les importe ganar o que eso sea lo primordial. Mientras más enamorados, menos locura por vencer y más placer con el balón en los pies. También, menos que hablen de trabajo y más del juego.

lunes, 4 de agosto de 2014

Prohibido divertirse

Por Lucas Abbruzzese – Bastante alegría y sonrisas le han quitado al fútbol (este Mundial, lleno de goles y equipos con intenciones de atacar y buen trato de pelota) dentro de la cancha como para que ahora se las quiten desde la línea de cal hacia afuera.

El fútbol parece no tener retorno. No, perdón, el fútbol no. La gran mayoría de la gente que habla y rodea al deporte más hermoso del mundo parece no tenerlo. Hace décadas que el juego, la felicidad, el amor por la pelota (salvo excepciones, como siempre), el simple hecho recreativo y la diversión han sido reemplazadas por términos como seriedad, sacrificio, esfuerzo, trabajo…¿Quién puso la primera piedra? ¿Por qué se adhirieron otros tantos? ¿Creyeron que hablando más difícil (?) y usando esos vocablos era necesario y mejor para ingresar y permanecer en el negocio?

“El fútbol, para ser serio tiene, que ser un juego”, nos explicaba Dante Panzeri. Y esa seriedad para jugar se fue, desapareció de las declaraciones de los futbolistas. Ahora, se es serio para trabajar. Se trabaja en zonas de la cancha, se trabaja pisando una pelota, tiran un caño y expresan “¡qué gran trabajo!”…Quien se crea que eso es un trabajo, vaya problema. Es un juego. Es como esbozar: “Voy a trabajar en el ludo”.
“El futbolista, ¿ser humano o ser objeto?”, se preguntó (y se plantea) Fernando Signorini en su libro Fútbol, llamado a la rebelión.

Desde sectores de la prensa, continuando por algunos repetidores, pasando por la parte dirigencial y no olvidándonos jamás de los directores técnicos; todos les han quitado la alegría al fútbol y han tomado al jugador como una pieza, como alguien secundario en todo esto, como quien debe trabajar y no jugar, como un ser humano que se está desarrollando laboralmente y no divirtiéndose y jugando. A eso llevaron deporte de la número 5. ¿Alguno cree que tipos como Di Stéfano, Maradona, Cruyff, Pelé, Zico trabajaron y no jugaron? Ellos sacaron diferencia, además de por el talento natural, porque se divertían y consideraban esto como un juego.
Interesante, como tantos otros, rescatar el siguiente párrafo escrito por Signorini en su Deshumanización del deporte: “Los hombres jugaban para divertirse. De eso se trataba. Después, mucho después…sin prisa pero sin pausa, el consecuencialismo ético (teoría filosófica que afirma que las acciones deben ser juzgadas solo por el resultado) fue ganando adeptos a través de su variedad más conocida: el utilitarismo”.


Mientras algunos hablan de trabajo, otros cracks siguen divirtiéndose como niños y desde allí sacando la diferencia. A la par que algunos ven al fútbol como una labor; Riquelme la pisa y se ríe, Messi encara y guiña el ojo, Neymar tira caños y sombreros sin importarle a esos que le prohíben alegrarse con un simple balón de fútbol. Atorrantes, pícaros, quiebres de cintura, pases entre líneas…Escasean, y gran parte es en consecuencia de que desde en las bases se busca la fuerza, la seriedad, la cara de mala persona para genera miedo en el rival (?) y no la improvisación, el momento y la sonrisa. Prohíben alegrase. Pregonan el resultado sin importar cómo.
Prohibida ya su diversión en el verde césped, ahí donde se definen los momentos y los partidos, ahora parece que tampoco es posible hacerlo de la línea de cal hacia afuera. Al menos, así quedó demostrado luego del chorro de agua que le tiró Ezequiel Lavezzi a Alejandro Sabella en pleno partido ante Nigeria. Que es un mal ejemplo, que los chicos repiten eso, que le cayó mal al entrenador, que no tiene autoridad, que es un maleducado y un sinfín más de calificativos inentendibles. El Pocho le quitó seriedad al asunto y apretó un poco más su botella. Entre risas, dejó en claro que lo serio no es cosa del fútbol.

martes, 18 de febrero de 2014

Un día anti modernidad

“El fútbol moderno no existe. Sólo existe el fútbol bien o mal jugado”, se cansó de repetir Dante Panzeri en los tiempos en los que ejercía la profesión de periodista, cuando, a través de la letra y la palabra, luchó contra los que ya imponían que el deporte más popular del mundo se dividía por épocas. Hoy, aún persiste ese pensamiento erróneo, aunque todavía hay equipos que demuestran lo contrario.


Primero, el Barcelona, en Inglaterra, le ganó 2-0 al Manchester City en su casa. Eso no importa. A lo que se debe apuntar es al cómo. El elenco liderado por Lionel Messi se plantó en terreno celestre con la posesión de la pelota en campo contrario. No especuló con el gran poderío rival y siempre pensó en su juego, el mejor del planeta. En cambio, el local se fijó en demasía en su rival, se olvidó que la mejor arma que posee en la tenencia…y así le fue.

Líneas juntas, Sergio Busquets a la caza de cualquier rebote y segunda jugada, Messi haciéndose el distraído pero tan atento como siempre, Xavi e Iniesta caminando con el balón y dando una clase gratis del amor por la pelota, movilidad, circulación; y laterales juntos al ataque…En fin, diversión en pleno campo de juego, no dejar atrás una filosofía por más que enfrente haya estado uno de los elencos más goleadores de toda Europa. El Barsa, por momentos carente de profundidad, continúa maravillando al mundo por su ambición y amor por el esférico, los tic-tic-tic tan seguidos. Mientras, el rival corre y se desgasta en busca el elemento principal.

Aceleran, no corren como desaforados. Tocan y se mueven, no se trasladan decenas de metros en pocos segundos para chocar y perder la pelota. Cada ejercicio en un entrenamiento es con pelota. Así, el Barcelona sigue con su reinado de la diversión, del cómo triunfar y de dejar atrás las pesas y los atletas.

Más cerca, y con menos jerarquía, claro, está Vélez Sarsfield. El club de Liniers, al ratito de la finalización del encuentro en el Viejo Continente, recibió a All Boys en su casa y volvió a darle una cachetada al tan nombrado “fútbol moderno”. Con pibes como Jorge Correa y Lucas Romero, más la experiencia de Zárate y Pratto, el ahora team entrenado por el Turu Flores no se caracteriza por los pelotazos, sino por el juego de potrero, tenencia de pelota y velocidades cortas para sorprender.

Sobresale en el fútbol argentino porque juega con la redonda al ras del verde césped, siempre con la intención de juntar gente en ataque, tocar y ganar pregonando la ambición por el arco de enfrente. Y si a eso se le suma Newell´s, un Estudiantes que continúa con la búsqueda de siempre salir jugando desde abajo y a San Lorenzo, con su buen manejo y desequilibrio, se podría soñar con que el amarretismo se vaya yendo. La mala, que vuelve a dirigir Caruso Lombardi, con la tendencia de que para salvarse del descenso “sea de cualquier forma”. Que alguien explique esa frase. Mientras, hoy fue un día contra cultural.

Por Lucas Abbruzzese

domingo, 29 de diciembre de 2013

La desfachatez

La improvisación, el momento

En el fútbol de las últimas décadas parece que todo lo relacionado con la táctica, lo físico y la estrategia es más importante que lo que al futbolista le sale en el momento del partido, cuando todo aquello practicado en la semana depende de la inspiración del jugador y de lo que el rival deje hacer.
Protagonistas capaces de ganar un cotejo en una jugada aislada, el desfachatado es aquél futbolista que no se preocupa por lo que le explicaron en un pizarrón sino que durante poco más de 90 minutos trata de entender el juego y moverse para desequilibrar en cada instante. “Se puede planificar un partido de lunes a sábados. El domingo se juega”, enseñó alguna vez Dante Panzeri, uno de los periodistas argentinos más brillantes.



Un sinvergüenza con la pelota, así se los podría definir a los protagonistas que poco caso les hace a los directores técnicos. Ariel Ortega es quizás el máximo exponente de la Argentina luego de Diego Armando Maradona. El Burrito enloqueció con sus gambetas y hasta los días actuales sigue quebrando su cintura y picando la redonda como en sus comienzos, pero en espectáculos benéficos. No tienen posición fija ni le hacen caso a los pizarrones, sino que su instinto y capacidad con el balón con los pies hacen la diferencia.

Imposible dejar afuera de esta lista a los Messi, los Iniesta, los Owen los Bochini, los Ronaldinho o el enorme Johan Cruyff. ¿Cuánta es la verdadera influencia de un entrenador sobre ellos? ¿Qué se les puede corregir? ¿Cómo tratarlos? Una vez, Ortega se negó a ser reemplazado cuando lo dirigía Ramón Díaz: el desenlace fue que se quedó en la cancha y marcó un gol en un River-Racing que terminó 4-3. Cómo olvidarse de Juan Román Riquelme, quien con su velocidad mental rompe con las tácticas en cada momento. Se DIVIERTEN en cada instante, algo que cada vez se va perdiendo más en el fútbol.

¿Cómo es posible hablar de tácticas, estrategias y planificación cuando el desfachatado define todo en el momento? ¿Dónde quedó aquél “plan” cuando la pelota la agarra Pelé y empieza a esquivar rivales? Lo que está claro es que el fútbol es de los jugadores. Ellos ganan, pierden o empatan. “La disciplina –explicaba Panzeri- no hace a ningún jugador de fútbol. Solamente mejora a los que eran jugadores antes de disciplinarse”. Engaño es el calificativo que mejor le caben.

Hace algunos días, Josep Guardiola, en referencia a sus cuatro años como DT del Barcelona, expresó: “No fue la era Guardiola, sino la era de Messi”. El ahora jefe del banquillo del Bayern Munich tiene más claro que todos que los verdaderos protagonistas son los que se mueven sobre el verde césped. Sus aportes pueden basarse en la identidad de un equipo, la corrección (nunca enseñar) de errores de un futbolista y la disposición en el terreno de los intérpretes. Cuando la pelota empieza a rodar, los desfachatados resolverán el asunto.

Por Lucas Abbruzzese

viernes, 26 de abril de 2013

Panzeri, el protector de la picardía


Fútbol, dinámica de lo impensado es un libro escrito en 1967 por el ya fallecido gran periodista Dante Panzeri. Lo escribió no con la idea de aprender a jugar al fútbol, sino a empezar a mirarlo de otra manera que la actual. Todo lo que criticó en aquél entonces se encuentra elevado diez veces más en los días que corren.

“Este libro no sirve para nada”, se atrevió a escribir en el principio y en el final de una pieza fundamental que cualquier persona a la que le guste el deporte más popular del mundo debe leerlo. El excelente escritor, entre variadas y decenas de definiciones, describe al fútbol como “una lucha de imprevistos”, en la cual ganan los más pícaros Y desde este punto de partida criticó a la mercantilización y comercialización sin piedad que se empezó a adueñar de todo lo relacionado al juego: “Nos quieren hacer creer que hasta lo espontáneo se puede organizar”.

¿Quién sabe de fútbol? se pregunta en su Dinámica de lo impensado. Cree no saber la respuesta, aunque opina que entiende el que “encuentra al futbolista, lo coloca adonde más rinde y sacan su máximo rendimiento”. “La táctica es el arte de poner bien las cosas”, Él consideraba a Carlos Peucelle, exfutbolista y entrenador que una vez enseñó que “lo imprevisto no admite planificaciones salvo el imprevisto mismo”, como uno de los más sabios porque, entre otras cosas, “no corregía, enseñaba”.

“Nos quieren hacer creer que hay un fútbol antiguo y uno moderno. El fútbol siempre es el mismo, el bien o mal jugado”, reprochaba Panzeri, que recaía sobre los que consideraban que el deporte de la redonda número 5 es según la época y que cambia con el tiempo. “El fútbol bien jugado necesita del pelotazo, de la gambeta, del que corre, del que ordena, del que piensa”, argumentaba. Para formar a un futbolista –explicaba Dante Panzeri- “la mejor maestra es la pelota”. Necesita de ella miles de horas: “El mejor es el que sabe dominarla”.
“Para ser serio tiene que ser un juego”, describe Panzeri sobre el fútbol. Acusa a la seriedad, causada por los millones de pesos que se manejan y que sólo mejoró la calidad humana, de arruinar al futbolista porque no es libre para crear ni equivocarse debido a que está más pendiente en lo material que en la diversión dentro de un espectáculo.

Panzeri creyó que son fundamentales las camarillas, ese “grupo de jugadores que se junta para el bien del grupo”. Quizá en la actualidad se confunde que un protagonista es camarillero cuando busca quilombo. “Desde que no están el fútbol es angustia y eso divide”, explicó de manera brillante su significado y agregó que sin ellas no puede haber ni gestarse grandes equipos. Los directores técnicos no eran de su máximo agrado. Los calificaba como “gesticuladores”. Explicaba que los verdaderos DT están sobre el verde césped, donde se decide todo sobre un partido. Tampoco se olvidó de los preparados físicos, esos que “forman atletas en vez de futbolistas”. “El fútbol es fundamentalmente una actividad del talento y secundariamente una actividad física”, manifestaba.

Panzeri dejó, deja y dejará una huella imborrable en cada ser humano que al menos haya leído o leerá alguno de sus textos o libros. “Las personas mueres cuando son olvidadas”, se escucha muchas veces por ahí. El gran Panzeri jamás será abandonado porque sus ideas, sus convicciones, sus críticas y sus análisis nunca se borrarán de la mente de nadie.

Algunas de sus mejores frases extraídas del libro“Al fútbol profesional se lo debe salvar desalentando su materialismo”“Europa nos vende libros de cómo jugar al fútbol y Sudamérica les da jugadores”“El gol no se busca porque es una casualidad o un accidente del juego”“En los entrenamientos modernos escuchamos gritar ´que no gambetee´, ´que no hable´. Un cuartel  militar”“La eficacia se produce por la homogeneidad de lo heterogéneo”“El jugador ideal es el que tiene físico y es virtuoso como Pel锓Ahora se marca con más hombre y eso no es marcar mejor sino miedo a perder”“La cultura deteriora a la verdad”