lunes, 24 de julio de 2017

Rodolfo Walsh, la historia, el periodismo y el hoy

“El sistema no castiga a sus hombres: los premia”.

Rodolfo Walsh, en su conclusión, resume en nueve palabras el sistema político, gremial, sindical, económico y corrupto en el que se volcó este país puntualmente desde el golpe del ´55 que derrocó a Perón. Es una perfecta síntesis de lo que contó en su libro “¿Quién mató a Rosendo?”.

Al igual que sucede con “Operación Masacre”, y como con cada frase y relato y texto que escribió el periodista, esta obra no puede dejar de ser leída. Es una pregunta que traspasa esa cuestión en específico. Porque detrás de preguntarse e investigar quién o quiénes fueron los autores intelectuales y materiales de los asesinatos en el bar La Real en mayo de 1966, en el que murieron Rosendo García, Domingo Blajaquis y Juan Zalazar (el primero de ellos, disputándole poder a Augusto Vandor en la provincia de Buenos Aires; los últimos dos, pertenecientes al ala revolucionaria del peronismo); Walsh narra las tramas detrás del sindicalismo argentino.

Y así lo caracteriza: “La comunidad capitalista no aparece cuestionada, la lucha de clases no es reconocida, la paz social debe mantenerse, se quiere ser factor de poder y no tomar el poder”.

La clase trabajadora era poseedora de casi el 60 por ciento de la riqueza del país al momento en el que Perón fue derrocado, el 16 de septiembre de 1955. El número no paró de bajar, fortaleciéndose sectores históricamente conservadores y oligárquicos como la iglesia, el ejército y el poder económico. No solo estas patas se movieron para que el país comenzara su trayecto hacia el abismo. Quienes decían defender a los trabajadores (no tome esto como un análisis de la actualidad, sino una mera coincidencia) eran los transaban con los empresarios desfavoreciendo al trabajador y la trabajadora.

Retrató Walsh: “Ya hemos visto cómo se jugó la partida: Vandor gana en la CGT, Perón en el partido. El golpe de Onganía desempata a favor del dirigente metalúrgico”.

Augusto Timoteo Vandor, a quien apodaban el Lobo y el gran apuntado por el escritor como quien disparó la bala que mató a Rosendo García, fue un obrero que alcanzó la secretaría de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) con su alianza con Arturo Frondizi, en 1958. Su figura no paró de crecer, tanto que hasta llegó a manejar la CGT sin ser su Secretario General. Jugó poder en cada momento y en nombre de defender a los trabajadores pero traicionándolos a cada paso dado.

Leer a Rodolfo Walsh no solo es pensar la historia argentina. Es eso y no solo eso. Es repensar el periodismo en la actualidad. Es desprenderse del show empresarial que gira alrededor de la pluma y los micrófonos para adentrar en la función impostergable que posee con la verdad. ¿O no fue acaso por un periodista, Rodolfo Walsh, que nos enteremos de hechos como la masacre de José León Suárez y el entramado sindical en la escena política?.


“A través de Frondizi las clases dominantes descubren que no es necesario destruir la organización sindical. Se puede en cambio reconstruir sus lazos con el Estado y darle un papel en el proceso de desarrollo: era en suma el viejo y nuevo sueño de la ´participación´. Solo que ahora se trataba de un Estado entreguista que renunciaba al desarrollo autónomo y abría las puertas a la inversión extranjera”.

miércoles, 19 de julio de 2017

De Riquelme a Panzeri y cómo pensar el fútbol y el periodismo

La batalla cultural la ha ganado fuertemente el capitalismo. El mundo del capital se ha asentado casi con un tono dictatorial hacia los días que vivimos. El tener se impuso sobre el ser. Porque para ser, nos dicen, hay que tener. Se han olvidado que uno es por el hecho de ser, de respirar, de ser parte de un mundo. ¿Qué mundo? ¿Acaso nos hemos puesto a pensar el mundo en el que vivimos? Si se refiere a grandes escalas; la globalización, la mercancía y el negocio se han impuesto ferozmente por sobre los seres humanos.

El periodismo y el fútbol no resultaron exentos de esta maquinaria del capital. El agobio “informativo” es constante. Permítanme las comillas, ya que considero que cada vez se informa menos. Informar -explica Ezequiel Fernández Moores- es dar forma. Es educar. Es hacer pensar. Y poco de eso ha quedado. ¿Nos damos por vencido? Para nada. Por estos días, más precisamente, el sábado 8 de julio, Página/12 lanzó un suplemento llamado Enganche. Es deportivo y abrió con una entrevista a Juan Román Riquelme, quien en una de sus primeras respuestas enseñó:

“Después del retiro descubrí que el futbolista vive una realidad que no es la que vivimos todos. Mi suerte era que siempre volvía a Don Torcuato y acá estaba la gente que no me dejaba que me confunda. Seguramente que si cambio o si hago una cagada me va a agarrar alguien, me va a sentar y me va a decir que no está bien.”.

Nunca olvidarse de dónde salimos. ¿Alguien, durante el proceso de formación o en primera división, está al lado del jugador de fútbol (como persona, porque siempre primero está la persona) para advertirle los riesgos de los millones, la fama, las cámaras? Román, y no hace falta más que escuchar a sus compañeros, parece no haberse olvidado del barrio, los amigo, la familia. Los valores.

Este capitalismo salvaje arrasó con todo. La sabiduría, el saber, el conocimiento…han quedado en un plano secundario. Ya insistía y anticipaba Dante Panzeri, en 1967, en su libro Fútbol, dinámica de lo impensado, los riesgos de este negocio:

“Bajo denominaciones más acordes con la instalación de un show, que no de una racionalización del trabajo para un deporte profesional, esos mismos hombres fueron suplantados por la sonoridad de las rebuscadas y artificiales denominaciones, que se asociaron a los hombres que, con más audacia que talento, coparon las posiciones de un inexistente magisterio bajo apariencias de directores técnicos, asimilados al fútbol como instrumentadores de la inaudita automatización de la espontaneidad, que hoy se pretende hacer creer que conforma un llamado fútbol moderno. Siempre antiguo. Siempre fútbol, el único, el bueno o el malo. El de los jugadores”.

Y siguió Panzeri:

“El proceso siguiente empezó disfrazándose con la necesidad de adaptar el fútbol al progreso de la humanidad moderna. Ese proceso atraviesa hoy por la necesidad de seguir disfrazando dialécticamente la cobertura de seriedad de un simple show internacional de lo absurdo, que pretende nutrirse de la inocencia. Se ha hecho posible la actual Obra Maestra de la Psicosis Tecnológica: Entrenador, DT, Preparador Físico, Kinesiólogo, Asesor técnico del DT, Espía de adversarios, Director General de Fútbol, Ayudante de campo, Médico clínico, Médico traumatólogo, Médico dietólogo, Otorrinolaringólogo, Pedicuro, Asistentes sociales, Psiquiatras-Psicoanalistas, Utileros, Asesor espiritual, Profesores de idiomas, Médico deportólogo, Contact-man, Manager, Meteorólogo”.

No hizo falta más que leer la entrevista a Riquelme para acordarse de Panzeri. Es que el máximo ídolo de la historia de Boca deslizó: “al fútbol lo han convertido en una empresa. Se habla de nutricionista, del profe, de este, del otro, del representante, del dirigente. Antes no se hablaba de nada. O jugabas bien o jugabas mal. Y no hay otra, eh. Entiendo que esto es un trabajo o que es un negocio, pero si jugás bien vas a ganar. No me van a vender otro cuento, porque el fútbol no es una empresa, es un juego hermoso en el que hay que jugar mejor que el contrario. Si lo entendemos así, vamos a andar bien”.

¿Qué hubiera agregado Panzeri a esto? “Todo sea por el traspaso de un juego a una cosa seria”.

Gente idónea en los puestos de privilegio se necesita. No todo es el capital ni el tener. No hay mejor capital que el del saber. Las empresas, los gerentes de las multinacionales y el poder han ocupado lugares que no les corresponde. Por eso es necesario volver a Panzeri. Y a Riquelme. Y a cada uno que nos aleje del circo cotidiano. ¿Habrá leído Román a Dante? No lo sabemos. De lo que estamos seguros es que sus formas de ver al deporte más popular de todos son similares.



“Muchos, muchos más, que juegan desde afuera que cuantos lo hacen desde adentro. En el afán de parecer, poco importa el no ser. Y es así como, a medida que más fuerte se hace la duda acerca de quiénes saben el fútbol que nadie puede enseñar, más abundan los diplomados de supuesta capacidad para enseñar este fútbol que no se puede enseñar”, Dante Panzeri.