“El sistema no
castiga a sus hombres: los premia”.
Rodolfo Walsh, en
su conclusión, resume en nueve palabras el sistema político, gremial, sindical,
económico y corrupto en el que se volcó este país puntualmente desde el golpe
del ´55 que derrocó a Perón. Es una perfecta síntesis de lo que contó en su
libro “¿Quién mató a Rosendo?”.
Al igual que
sucede con “Operación Masacre”, y como con cada frase y relato y texto que
escribió el periodista, esta obra no puede dejar de ser leída. Es una pregunta
que traspasa esa cuestión en específico. Porque detrás de preguntarse e
investigar quién o quiénes fueron los autores intelectuales y materiales de los
asesinatos en el bar La Real en mayo de 1966, en el que murieron Rosendo
García, Domingo Blajaquis y Juan Zalazar (el primero de ellos, disputándole
poder a Augusto Vandor en la provincia de Buenos Aires; los últimos dos,
pertenecientes al ala revolucionaria del peronismo); Walsh narra las tramas
detrás del sindicalismo argentino.
Y así lo
caracteriza: “La comunidad capitalista no aparece cuestionada, la lucha de
clases no es reconocida, la paz social debe mantenerse, se quiere ser factor de
poder y no tomar el poder”.
La clase
trabajadora era poseedora de casi el 60 por ciento de la riqueza del país al
momento en el que Perón fue derrocado, el 16 de septiembre de 1955. El número
no paró de bajar, fortaleciéndose sectores históricamente conservadores y
oligárquicos como la iglesia, el ejército y el poder económico. No solo estas
patas se movieron para que el país comenzara su trayecto hacia el abismo.
Quienes decían defender a los trabajadores (no tome esto como un análisis de la
actualidad, sino una mera coincidencia) eran los transaban con los empresarios
desfavoreciendo al trabajador y la trabajadora.
Retrató Walsh:
“Ya hemos visto cómo se jugó la partida: Vandor gana en la CGT, Perón en el
partido. El golpe de Onganía desempata a favor del dirigente metalúrgico”.
Augusto Timoteo Vandor,
a quien apodaban el Lobo y el gran apuntado por el escritor como quien disparó
la bala que mató a Rosendo García, fue un obrero que alcanzó la secretaría de
la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) con su alianza con Arturo Frondizi, en 1958.
Su figura no paró de crecer, tanto que hasta llegó a manejar la CGT sin ser su
Secretario General. Jugó poder en cada momento y en nombre de defender a los
trabajadores pero traicionándolos a cada paso dado.
Leer a Rodolfo
Walsh no solo es pensar la historia argentina. Es eso y no solo eso. Es repensar
el periodismo en la actualidad. Es desprenderse del show empresarial que gira
alrededor de la pluma y los micrófonos para adentrar en la función
impostergable que posee con la verdad. ¿O no fue acaso por un periodista,
Rodolfo Walsh, que nos enteremos de hechos como la masacre de José León Suárez
y el entramado sindical en la escena política?.
“A través de
Frondizi las clases dominantes descubren que no es necesario destruir la
organización sindical. Se puede en cambio reconstruir sus lazos con el Estado y
darle un papel en el proceso de desarrollo: era en suma el viejo y nuevo sueño
de la ´participación´. Solo que ahora se trataba de un Estado entreguista que
renunciaba al desarrollo autónomo y abría las puertas a la inversión
extranjera”.