martes, 14 de noviembre de 2017

Los ojos

Ya estábamos en viernes a la madrugada. La fiesta de despedida había dado sus últimos suspiros. Los discursos, llenos de vida y de sensaciones encontradas, dejaron lágrimas y ganas de más. La música ya no sonaba. La transpiración comenzaba a despedirse. El patio era ese lugar de querer seguir un rato más. Es que, claro, los bolsos ya estaban armados. Nos volvíamos en un par de horas. Me fui a sentar en el escalón del mástil. Pensaba que todo había pasado y terminado. Pero no.



“Lucas, ¿mañana te vas?”.

Pri se me acercó y me esbozó, como si nada (¿como si nada?), esas cuatro palabras y un interrogante que era más que eso. No lo soltó de su boca como cualquier palabra que decimos. Se los juro: me habló con los ojos. Tal vez era su boca la que modulaba, pero mirándome fijo a los ojos me clavó –en el corazón- esa pregunta. Había levantado la mirada y esos ojazos enormes fueron más enormes aún. Ella sabía que después del mediodía nos venía a buscar el micro para regresar. Prisci entendía que el Proyecto y esas revoluciones de corazones y de sonrisas y de abrazos que causa no iba a estar por un año. Priscila lo entendía. Nosotros lo entendíamos. ¿Quién se lo explica al corazón?

¿Qué hacer cuando una criatura te desnuda con sus ojos todo lo que siente? ¿Cómo reaccionar ante una simple pregunta y su connotación demoledora del “ya no vas a estar”? ¿Acaso será que nuestra gran función es la del afecto y las emociones fuertes? ¿Qué significaremos para esos corazones que nos esperan durante varios meses antes de octubre?

Alumna de la primaria en la Escuela Albergue Federico Cantoni, Priscila es el retrato de la necesidad de afecto que urge por esas latitudes sanjuaninas. ¿De dónde es que proviene tamaña insatisfacción? ¿De la familia? ¿De la escuela? ¿De las maestras? ¿Se puede suplir en una semana todo ese menester de cariño? ¿Hacia dónde va una sociedad que le cuesta mirar a los ojos? ¿Hace falta, en esta vida de individualismos y materialismos, viajar a la frontera con Chile para que te den una cachetada y te digan sin decirte que “la vida está en mirarse a los ojos, compartir, charlar, abrazarse, transformar, revolucionar, preocuparse y jugar”?


Llegaba el momento de despedirnos. Ya era viernes, el mediodía quedaba atrás. El micro aguardaba para poner a rodar sus ruedas y regresar a una delegación tan contenta como triste tras una semana tan fuerte como llena de vida y de alegría. Prisci estaba ahí. Huaco parecía descansar. O lamentarse. Intercambiamos abrazos y números de teléfono. Si habrá algo difícil de olvidar, como canta La Renga en el tema En el baldío, será que “con esos ojos tristes que me hablaban” no se puede hacer otra cosa que levantar la cabeza y seguir luchando.

sábado, 11 de noviembre de 2017

Huaco

Existe un lugar que te humaniza. Existe un lugar en el que mirarse a los ojos, compartir y sonreír le gana por goleada a la pantalla del celular. Existe un lugar, a 250 km. de San Juan Capital y en la frontera con Chile, que el encontrarse y abrazarse es más potente que cualquier otra cosa. Existe un lugar con una necesidad infinita de afecto y de entregar la oreja más que la palabra. En Argentina, lejos del ruido y cerca de las montañas, existe Huaco.

¿Qué será la vida si no es pensar que hay otro? ¿Qué gracia o sentido o adrenalina tendrá si no nos comprometemos? ¿Qué hacemos para transformar las injusticias en igualdad de oportunidades? ¿Estamos por el camino correcto? Huaco nos llenó el alma. Nos llenó de lágrimas y de preguntas y de angustia. Nos enseñó que “la vida está en lo simple, en el mirarse, el encontrarse”.

Huaco fue compartir ocho días con una delegación que se preocupó y ocupó. Fue descubrir personas maravillosas. Fue el “andá a mojarte la cabeza que yo te cubro”. Fue descargar y cargar con 40 grados. El abrazo en el momento justo. Pintar y arreglar. El llanto del reencuentro. El hacer depósito hasta el último día. Fue, el domingo por la noche, olvidarse de los cansancios y las excusas para separar las donaciones por escuela, bailando y sonriendo. Cuando el corazón manda, los peros importan poco.

“Fácil es entender lo nuestro; difícil, lo ajeno”.

Huaco es, ante todo, los chicos y las chicas que le dan un sentido inmenso a esta tarea. Pensar en ellos y en ellas es llenarse de vida y de angustias. A uno de ellos se lo notaba cansado y con sueño. Le preguntamos por qué no volvía a su casa para después regresar a la escuela y seguir jugando. “Porque duermo en el piso”, respondió.

¿Cómo continuar remando contra la corriente y contra un Estado ausente? Desde la gobernación ven más como un GASTO al pibe y a la piba que se queda en el albergue que como una inversión o, como mínimo, una necesidad. Apenas aportan 8 pesos por criatura. No quieren que vayan en el verano a la escuela porque para eso se necesitaría personal y sería otro GASTO. Hay algo claro: cada niño y cada niña que se queda en el albergue es porque en su casa no tiene un plato de comida. ¿Algo más? No son pocos. ¿Más? El diagnóstico de una nutricionista: “Se tienen que acostumbrar a comer”.

Huaco, con una población de alrededor de 850 personas y que año tras año se achica porque quienes pueden se van a capital a estudiar o trabajar y que no tiene altas tasas de reproducción, posee un solo hospital. Y apenas un médico, el cual está de lunes a viernes hasta las 4 de la tarde. El otro destino más cercano es Jáchal, una ciudad que queda a 40 km y una hora y media de viaje. El martes 31 de octubre les llegaron allí medicamentos pedidos hace tres meses. “Es un plan (el de Cobertura Universal) y si te quejás te lo quitan”, fue lo que contó la enfermera. Porque para quienes habitan los lugares de privilegio las personas y sus problemas no son lo primordial. Allí está la influencia de la minera, la cual derramó cianuro dos veces en el último año y tiene con una de las escuelas contrato por $4000, en el cual se detalla dónde se puede comprar y, claro, los precios están inflados. Vivimos en una contradicción constante, en un encuentro de sensaciones entre lo humano y el despojo de la vida.

El primer día de clases, luego de algunos agradecimientos, a la delegación del Mariano Acosta nos leyeron una poesía. Uno de sus versos velaba “por una sociedad más humana”.

Huaco son sus cuatro escuelas: Federico Cantoni, Buenaventura Luna, Alfredo Calcagno y Agrotécnica. Y más que cuatro estructuras edilicias. Allí hay sueños (no pocas veces truncos porque para cumplirlos es necesario irse y la situación económica no es la adecuada para eso). Y ojos que hablan. E historias de vida que merecen ser escuchadas. Hay prácticas abusivas que se repiten. Hay ausencias, como la que se encuentran en cada actividad: “no sé cómo dibujarlo a mi papa”.

En Huaco a veces las cocineras se quedan a comer en el albergue para poder llegar a fin de mes. Las maestras llegan desde Jáchal y, como no hay transporte directo, alquilan ellas mismas una combi que les cuesta 120 pesos diarios. La plata sale de sus bolsillos. Planifican doble porque trabajan en plurigrados.

Huaco fueron las empanadas y las tortas fritas. Ver las estrellas, en el campito, a las 5 de la mañana. La paz del medio ambiente, el sonido de los animales. Fue cada pulserita “para que no me olvides más”. Fue ver cómo el sol pegaba contra las montañas mientras desayunábamos o almorzábamos. Fue la pelota como puente para romper barreras. El juego como método de inclusión. Es la influencia fuerte de la Iglesia Católica y preguntarse qué función cumple más allá de una misa. Fue la confesión de la directora de Cantoni, entre lágrimas, acerca de uno de sus sueños: “La sonrisa de los chicos”.

Queda mucho por hacer. Y, como cantamos, un solo camino: “Seguir, seguir y seguir”.

domingo, 22 de octubre de 2017

Democracia. ¿Democracia?

Democracia es un término y una modalidad de gobierno que nació en la Antigua Grecia. Si se lo traduce, quiere decir “gobierno del pueblo”. Desde que comenzamos a estudiar y repasar la historia es imposible no preguntarse constantemente cuestiones que tengan que ver con el mundo en el que vivimos.

¿Podemos vociferar que se vive en democracia sólo porque votamos?

Se vota. Es cierto. Hay que remarcar eso, y más cuando la historia de este país marca que el siglo pasado estuvo marcado por el fraude, las proscripciones y los golpes de estado que anulaban cualquier oportunidad de expresión. Sin embargo, y propongo abrir el debate, es insoslayable preguntarse si realmente vivimos en democracia. ¿Podemos hablar de democracia cuando no hay igual oportunidades para todos y todas?

“Y te la creés que votás porque hay democracia, cuando apenas es democracia porque se vota”, Alfredo Grande.

Hoy se vota. Pero no puedo parar de pensar en esta democracia encubierta en la que vivimos. ¿O es el sistema? ¿O es que la democracia como tal no existe y es una forma de disfrazar que un puñado de personas manejen al mundo y sus consecuencias? ¿O cómo explicamos que unas pocas familias en Argentina –y léase en el mundo- tengan el mismo capital y mucho más que millones y millones de seres humanos? ¿Cómo es que, pensando en la definición y las formas que los griegos le dieron a la democracia, vivamos en una sociedad con una desigualdad que se acrecienta y no se toma conciencia de ello? ¿Hacia dónde va una multitud que desea vivir como rico y aplasta al que tiene abajo? ¿Hacia dónde nos dirigimos cuando no se tiene conciencia de clase?

“Y a nadie molesta mucho, al fin y al cabo, que la política sea democrática, siempre y cuando la economía no lo sea”, Eduardo Galeano.

No creo en la verdadera democracia si no se trata de emancipar y liberar. Y aquí otro punto. En América Latina, el único país sin desnutrición infantil y con un índice del cero por ciento de pobreza es Cuba. ¿Fue acaso menos democrático haber llegado al poder a través de una Revolución? SI no había Revolución, aquellos barbudos no hubiesen accedido a gobernar la isla. Las consecuencias están a la vista: salud y educación de primer nivel mundial.

¿Hay democracia mientras la deshumanización es constante? ¿Hay democracia cuando el capital financiero maneja millones de vidas? ¿Hay democracia mientras siga habiendo gente durmiendo en la calle? ¿Hay democracia verdadera cuando para el sistema somos más un número y un papel que un ser humano? ¿Hay democracia mientras, estando en democracia, nos siguen desapareciendo y torturando y silenciando? ¿Hay democracia cuando los medios masivos de comunicación ayudan más a supeditarse al poder que a pensar?


¿Vivimos en democracia? ¿La forma para vivir es en democracia? ¿Hay democracia mientras no haya un quiebre de un sistema que parece colapsado y que se olvida de millones? Pregunto. Me pregunto. Les pregunto.

jueves, 19 de octubre de 2017

Sergio Maldonado y su sopapo a la prensa


La hora marcaba las 20.29. La conferencia de prensa había sido convocada horas antes y, aunque digamos que no, al enterarnos nos recorrió por el cuerpo (al menos a quienes preferimos no militar en el Partido del Desinterés) la sensación de lo peor. Sergio Maldonado, quien desde hace 80 días viene sufriendo agravios y falsedades y dolores de los más profundos, agarró el micrófono y atinó a pronunciar algunas palabras para deslizar: “Somos seres humanos”.

¿Por qué hizo falta que el hermano de Santiago desprenda de su boca estas tres palabras? ¿Acaso habrá que recordar, y más con el poder del micrófono encendido, que somos personas? ¿Cómo volvemos a humanizar a un mundo que arrasa al ritmo que suben y bajan las bolsas de valores en el mercado? ¿Tal vez importen más esos valores que los valores humanos? ¿Hacia dónde va una sociedad que pasa por alto y se burla desde una de sus dirigentes políticas con más mediatización acerca de la desaparición de una persona como consecuencia de las interminables brutalidades de las fuerzas del Estado?

“Pueden esperar un poco e informar bien. Y no como algunos que empezaron a tirar cosas que hieren o levantar fotos –como la que se publicó de un cuerpo-. Me parece que no corresponde, hay que replantearse la profesión”. Sergio Maldonado, quizás sin proponérselo ni tener como fin eso, estaba dando una clase de periodismo. De periodismo. Sí, de periodismo. ¿Es periodismo eso que practican a diario las empresas comunicativas y que reúnen la atención de la mayor cantidad de gente?

“Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”, Riszard Kapuściński.

El compromiso del periodismo con la verdad debe ser ineludible. Vayamos a lo que se pregunta y nos pregunta Ariel Scher: ¿Es posible analizar los procederes del periodismo y, más centralmente, de los núcleos más fuertes de la industria de la comunicación sobre la vida y la desaparición de Santiago Maldonado sin hacer foco en que, en las horas en las que lo desaparecieron, Santiago Maldonado dedicaba su vida a participar de una actividad colectiva, organizada y de resistencia a poderes de la época que suelen ser defendidos por los núcleos de poder económico y comunicacional?”.

Sergio no había terminado. Con una cara tan llena de dolor y de angustia como de ganas por luchar y seguir preguntando e insistiendo continuó: “A veces hay que ponerse un poquito más del lado humano y si no tienen qué poner pongan música”. Y repitió: “Somos humanos”. Pedir ser humanos en una sociedad a la que le cuesta mirar a los ojos, a la que le importa más informar mal primero que bien después, que quienes se visten de saco y corbata en los shows periodísticos son más voceros del poder que educadores de sus receptores, que la mueve la codicia y no sus bases parece tarea complicada. Claudicar jamás.


El Estado es responsable. El poder económico es el que opera en las sombras. El poder mediático es el que responde a sus intereses. Consultoras que te llaman para preguntarte si toda esta mierda cambia tu voto para el domingo. Un sistema que está agotado. A Santiago lo seguimos buscando y preguntando por él. Otros prefieren continuar en el boludeo. Para quienes no se enteraron: anoche, Sergio Maldonado le dio un sopapo a la prensa.

"Uno es lo que es si no no tiene sentido"


¿Qué habrá significado ser homosexual entre 1976-1983, período en el que el terrorismo de estado se instaló de la peor de las maneras? ¿Cómo era querer SER sabiendo que el discurso dominante, del poder y la sociedad, era único y bien marcado? ¿Cómo habrá sido ser homosexual durante la última dictadura?

¿Cómo será eso de SER pero a las escondidas? ¿De SER pero sólo con tus pares? ¿Qué, cómo, por qué, hasta cuándo lo que se ES hay que ocultarlo? ¿Cómo se hacían cargo?
¿Qué significará ser homosexual en la actualidad? ¿Qué habrá cambiado con respecto a aquellos años de terror, miseria, espanto, tortura, desapariciones, miedo?

¿Cómo y qué habrá significado ser artista entre 1976-1983? ¿Cómo era el arte durante ese tiempo lleno prohibiciones? ¿Cómo se practicaba la memoria colectiva en tiempos de planes sistemáticos de robos de bebés?

“Piaf, porque el amor lo quiso” fuimos a ver anoche. Y de esto va. El profe Alberto Romero y Adriana Enriquez -y el resto del elenco- la dejan chiquita. La rompen. No se la pierdan porque hay que salir del ruido cotidiano. ¿Acaso de qué y para qué servirá preguntarnos todo esto? ¿Nos ponemos a preguntar qué pasó en este país? ¿Nos preguntamos qué pasa? Preguntarse por Santiago Maldonado, como se preguntaron y nos preguntaron una vez finalizada la obra, es impostergable.

SER. ¿Qué somos? ¿Quiénes somos? Ya somos. Somos porque vivimos. Y si vivimos somos alguien. ¿Hay lugar para mostrar quiénes somos sin peros ni explicaciones? Si la sociedad no estaba preparada para aceptar al "distinto" durante el terrorismo de estado (por favor, nunca se olviden que hubo terrorismo de ESTADO), ¿lo estamos hoy?

miércoles, 16 de agosto de 2017

La discusión del cable

Tema 19. No faltaba mucho para que termine de sonar En el baldío. De repente, todo se apaga. Todo se silencia. La transpiración nos bajaba a pesar de la baja temperatura. Corrían los minutos. Incertidumbre. Tras un momento que pareció más de lo que fue, se escuchan las primeras pruebas de sonido. Las luces comienzan a encenderse. La tranquilidad volvió cuando Chizzo retornó para explicar que “siempre hay un boludo que se lleva puesto un cable”. Y agregó: “Vamos de vuelta. Las garras de un terrible ser…”.

Ese “vamos de vuelta” quedó en la cabeza. Porque, por un lado, padecimos a quien se llevó puesto el cable porque cortó un fabuloso tema y, además, uno de los momentos picos del recital. Pero, por otro, pudimos gozar que se tocara y cantara y agitara y saltara dos veces con ese temón. En sus ojos había hablado la tristeza. Vivir costó el pecado. ¿En qué quedamos entonces? En que le agradecemos a ese boludo que se llevó puesto el cable.

Pasadas las 10 de la noche, con la ansiedad a flor de piel, las pantallas gigantes se encendieron dándole paso a lo que iba a ser el comienzo del segundo de los cuatro espectáculos que ofreció el grupo de Mataderos. Un, dos tres y…Tripa y corazón. Es que “siempre que hay vida habrá esperanza”.

“No se puede destruir todo el sueño sin soñarlo”.

Fue un ambientazo el de la cancha de Huracán (parece un estadio hecho para estas grandes cosas). Por contexto, por la gente, por la voz intacta de Chizzo, por sonido, por los 30 temas. Porque es una banda, además de ser de las más convocantes del país, que nos hace pensar y reflexionar y gozar. No faltó Cuando Vendrán. Es que “tu empresa funciona bien en el caos, inventando analgésicos para poder vivir”. No podemos vivir dormidos. Mejor estar insoportablemente vivos.

El día anterior, el 1 de agosto, había sido el Día de la Tierra Madre, esa tan maltratada, saqueada y explotada. También se hizo presente Paja Brava y su “en la tierra crece hierba buena”. Nunca dejamos de estar Bien Alto. Hubo mucho Arte esa noche, sobre todo Infernal. No te olvides: corre riesgo al vivir.

“Aburrida sensación, de saber lo que viene. Si te sentás a esperar que vengan por vos los sentimientos, vas a esperar tanto tiempo que ya la vida estará de vuelta”.

Hacía una década que La Renga no tocaba en capital. Casi que mala palabra era. “La Ciudad está un poco dormida”, llegó a deslizar Chizzo, quien, claro, no le dio solo una connotación a esas seis palabras juntas. Vientos en cada salto, vientos desde el escenario, viento en cada pogo, vientos que empujaron…que empujaron a entender que “hoy cualquiera puede morir sin saber cómo fue vivir”.

“Hoy que no hay tiempo que perder, que todo anda a reloj, que se destruye sin razón, y la vida muere en un discurso”.

La pausa antes de la recta final puso en vilo a varios. He visto a varios irse. Pero el show no había terminado. El Rito permanecía y los corazones seguían sangrando. Y seguimos pensando y sintiendo que “no existo más que para vos”.


Que nunca te olvides de dónde saliste, de dónde venís, seguramente te lo repitieron hasta el hartazgo. Vale tenerlo en claro, más hoy, en tiempos en los que los intereses corren más rápido que los valores. Porque si “hay palabras que se disputan el poder y la gloria” es porque el circo que consumimos día a día nos quiere distraer. Nos quieren desbastar el inconsciente.

Y llegó lo último. Nos fuimos Hablando de la libertad. Le continuamos buscando una verdad al corazón. “Hice un lugar en el refugio de mis sueños, y guardé ahí mi tesoro más preciado, donde no llega el hombre con sus jaulas ni la maquinaria de la supervivencia, me fue más fácil intentar la vida que venderla al intelecto y la conformidad”.


Nos tocará morir. Que sea queriendo ser libres.

lunes, 24 de julio de 2017

Rodolfo Walsh, la historia, el periodismo y el hoy

“El sistema no castiga a sus hombres: los premia”.

Rodolfo Walsh, en su conclusión, resume en nueve palabras el sistema político, gremial, sindical, económico y corrupto en el que se volcó este país puntualmente desde el golpe del ´55 que derrocó a Perón. Es una perfecta síntesis de lo que contó en su libro “¿Quién mató a Rosendo?”.

Al igual que sucede con “Operación Masacre”, y como con cada frase y relato y texto que escribió el periodista, esta obra no puede dejar de ser leída. Es una pregunta que traspasa esa cuestión en específico. Porque detrás de preguntarse e investigar quién o quiénes fueron los autores intelectuales y materiales de los asesinatos en el bar La Real en mayo de 1966, en el que murieron Rosendo García, Domingo Blajaquis y Juan Zalazar (el primero de ellos, disputándole poder a Augusto Vandor en la provincia de Buenos Aires; los últimos dos, pertenecientes al ala revolucionaria del peronismo); Walsh narra las tramas detrás del sindicalismo argentino.

Y así lo caracteriza: “La comunidad capitalista no aparece cuestionada, la lucha de clases no es reconocida, la paz social debe mantenerse, se quiere ser factor de poder y no tomar el poder”.

La clase trabajadora era poseedora de casi el 60 por ciento de la riqueza del país al momento en el que Perón fue derrocado, el 16 de septiembre de 1955. El número no paró de bajar, fortaleciéndose sectores históricamente conservadores y oligárquicos como la iglesia, el ejército y el poder económico. No solo estas patas se movieron para que el país comenzara su trayecto hacia el abismo. Quienes decían defender a los trabajadores (no tome esto como un análisis de la actualidad, sino una mera coincidencia) eran los transaban con los empresarios desfavoreciendo al trabajador y la trabajadora.

Retrató Walsh: “Ya hemos visto cómo se jugó la partida: Vandor gana en la CGT, Perón en el partido. El golpe de Onganía desempata a favor del dirigente metalúrgico”.

Augusto Timoteo Vandor, a quien apodaban el Lobo y el gran apuntado por el escritor como quien disparó la bala que mató a Rosendo García, fue un obrero que alcanzó la secretaría de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) con su alianza con Arturo Frondizi, en 1958. Su figura no paró de crecer, tanto que hasta llegó a manejar la CGT sin ser su Secretario General. Jugó poder en cada momento y en nombre de defender a los trabajadores pero traicionándolos a cada paso dado.

Leer a Rodolfo Walsh no solo es pensar la historia argentina. Es eso y no solo eso. Es repensar el periodismo en la actualidad. Es desprenderse del show empresarial que gira alrededor de la pluma y los micrófonos para adentrar en la función impostergable que posee con la verdad. ¿O no fue acaso por un periodista, Rodolfo Walsh, que nos enteremos de hechos como la masacre de José León Suárez y el entramado sindical en la escena política?.


“A través de Frondizi las clases dominantes descubren que no es necesario destruir la organización sindical. Se puede en cambio reconstruir sus lazos con el Estado y darle un papel en el proceso de desarrollo: era en suma el viejo y nuevo sueño de la ´participación´. Solo que ahora se trataba de un Estado entreguista que renunciaba al desarrollo autónomo y abría las puertas a la inversión extranjera”.

miércoles, 19 de julio de 2017

De Riquelme a Panzeri y cómo pensar el fútbol y el periodismo

La batalla cultural la ha ganado fuertemente el capitalismo. El mundo del capital se ha asentado casi con un tono dictatorial hacia los días que vivimos. El tener se impuso sobre el ser. Porque para ser, nos dicen, hay que tener. Se han olvidado que uno es por el hecho de ser, de respirar, de ser parte de un mundo. ¿Qué mundo? ¿Acaso nos hemos puesto a pensar el mundo en el que vivimos? Si se refiere a grandes escalas; la globalización, la mercancía y el negocio se han impuesto ferozmente por sobre los seres humanos.

El periodismo y el fútbol no resultaron exentos de esta maquinaria del capital. El agobio “informativo” es constante. Permítanme las comillas, ya que considero que cada vez se informa menos. Informar -explica Ezequiel Fernández Moores- es dar forma. Es educar. Es hacer pensar. Y poco de eso ha quedado. ¿Nos damos por vencido? Para nada. Por estos días, más precisamente, el sábado 8 de julio, Página/12 lanzó un suplemento llamado Enganche. Es deportivo y abrió con una entrevista a Juan Román Riquelme, quien en una de sus primeras respuestas enseñó:

“Después del retiro descubrí que el futbolista vive una realidad que no es la que vivimos todos. Mi suerte era que siempre volvía a Don Torcuato y acá estaba la gente que no me dejaba que me confunda. Seguramente que si cambio o si hago una cagada me va a agarrar alguien, me va a sentar y me va a decir que no está bien.”.

Nunca olvidarse de dónde salimos. ¿Alguien, durante el proceso de formación o en primera división, está al lado del jugador de fútbol (como persona, porque siempre primero está la persona) para advertirle los riesgos de los millones, la fama, las cámaras? Román, y no hace falta más que escuchar a sus compañeros, parece no haberse olvidado del barrio, los amigo, la familia. Los valores.

Este capitalismo salvaje arrasó con todo. La sabiduría, el saber, el conocimiento…han quedado en un plano secundario. Ya insistía y anticipaba Dante Panzeri, en 1967, en su libro Fútbol, dinámica de lo impensado, los riesgos de este negocio:

“Bajo denominaciones más acordes con la instalación de un show, que no de una racionalización del trabajo para un deporte profesional, esos mismos hombres fueron suplantados por la sonoridad de las rebuscadas y artificiales denominaciones, que se asociaron a los hombres que, con más audacia que talento, coparon las posiciones de un inexistente magisterio bajo apariencias de directores técnicos, asimilados al fútbol como instrumentadores de la inaudita automatización de la espontaneidad, que hoy se pretende hacer creer que conforma un llamado fútbol moderno. Siempre antiguo. Siempre fútbol, el único, el bueno o el malo. El de los jugadores”.

Y siguió Panzeri:

“El proceso siguiente empezó disfrazándose con la necesidad de adaptar el fútbol al progreso de la humanidad moderna. Ese proceso atraviesa hoy por la necesidad de seguir disfrazando dialécticamente la cobertura de seriedad de un simple show internacional de lo absurdo, que pretende nutrirse de la inocencia. Se ha hecho posible la actual Obra Maestra de la Psicosis Tecnológica: Entrenador, DT, Preparador Físico, Kinesiólogo, Asesor técnico del DT, Espía de adversarios, Director General de Fútbol, Ayudante de campo, Médico clínico, Médico traumatólogo, Médico dietólogo, Otorrinolaringólogo, Pedicuro, Asistentes sociales, Psiquiatras-Psicoanalistas, Utileros, Asesor espiritual, Profesores de idiomas, Médico deportólogo, Contact-man, Manager, Meteorólogo”.

No hizo falta más que leer la entrevista a Riquelme para acordarse de Panzeri. Es que el máximo ídolo de la historia de Boca deslizó: “al fútbol lo han convertido en una empresa. Se habla de nutricionista, del profe, de este, del otro, del representante, del dirigente. Antes no se hablaba de nada. O jugabas bien o jugabas mal. Y no hay otra, eh. Entiendo que esto es un trabajo o que es un negocio, pero si jugás bien vas a ganar. No me van a vender otro cuento, porque el fútbol no es una empresa, es un juego hermoso en el que hay que jugar mejor que el contrario. Si lo entendemos así, vamos a andar bien”.

¿Qué hubiera agregado Panzeri a esto? “Todo sea por el traspaso de un juego a una cosa seria”.

Gente idónea en los puestos de privilegio se necesita. No todo es el capital ni el tener. No hay mejor capital que el del saber. Las empresas, los gerentes de las multinacionales y el poder han ocupado lugares que no les corresponde. Por eso es necesario volver a Panzeri. Y a Riquelme. Y a cada uno que nos aleje del circo cotidiano. ¿Habrá leído Román a Dante? No lo sabemos. De lo que estamos seguros es que sus formas de ver al deporte más popular de todos son similares.



“Muchos, muchos más, que juegan desde afuera que cuantos lo hacen desde adentro. En el afán de parecer, poco importa el no ser. Y es así como, a medida que más fuerte se hace la duda acerca de quiénes saben el fútbol que nadie puede enseñar, más abundan los diplomados de supuesta capacidad para enseñar este fútbol que no se puede enseñar”, Dante Panzeri.

jueves, 4 de mayo de 2017

A 41 años del golpe de estado; políticas, ideologías y accionar que se repiten

Madrugada. 24 de marzo. Corría el año número 76 del Siglo XX. Argentina. Casa Rosada. La Junta Militar. Los comunicados. La interrupción por un amistoso que estaba jugando el seleccionado argentino de fútbol. El silencio. La oscuridad. El quedar “bajo el mando operacional de las Fuerzas Armadas”. La pobreza planificada. Terrorismo de Estado. La noche más oscura. La noche que duró siete años.

Este 24 de marzo se cumplieron 41 años del golpe de estado propiciado por los militares, el poder económico, el capital financiero, la iglesia y los civiles que actuaron como cómplices. La Plaza -bendita Plaza, lugar de tantos hechos- se llenó porque, se sabe, perder es olvidarse, y olvidarse jamás. Y reconciliarse menos, mucho menos sin justicia. Nunca Más.

¿El Nunca Más es exigido por todos y todas? ¿Por cada sector de la sociedad? El lema con el que se marchó para recordar a los 30.000 -sí, TREINTA MIL, por si a alguno anda corto de memoria o se distrae en algún que otro programa televisivo (apaguen la tele)- fue el de “miseria planificada”. Claro está: más allá de aniquilar a una juventud luchadora por la justicia social y por las oportunidades y contra la desigualdad, el plan sistemático fue el de imponer un modelo, el neoliberal, que a través de la economía siguiera favoreciendo a los mismos de siempre. Estados Unidos manejaba todo.

“En la política económica de ese gobierno debe buscarse no solo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”, escribió Rodolfo Walsh en la Carta Abierta a la Junta Militar, uno de los hechos periodísticos y valientes más importantes de la historia.

Las políticas se repiten. Mauricio Macri llegó al poder, rodeado por los capos de las empresas más poderosas. El poder económico. El capital. El neoliberalismo. La fachada mediática. Los lavados de cerebro. La repetición del pasado. 

¿Si querían un cambio por qué no miraron para el otro lado en vez de a esta derecha que ya gobernó y destrozó al país?

Detención a presidente de una asamblea del centro de estudiantes en una universidad jujeña. Un policía armado dentro de la escuela Mariano Acosta, impidiendo e intimando que se lleve a cabo una clase pública. Recortes en la educación. El 2x1 que favorece a militares. Van a poder caminar por la calle. En un diálogo con el Diario Marcha, Ángel Cappa expresó que “este gobierno es la continuidad de las políticas económicas de la última dictadura”.


Argentina. El año número 17 del Siglo XXI. El Nunca Más de unos es el Siempre Más de otros. El ajuste. La persecución. Si no hay oscuridad es porque desde las bases que se están formando, a través de su lucha, impiden que la noche se haga. El silencio de muchos. La complicidad de otros. La pobreza planificada. El “fueron 8.000 verdades y 22.000 mentiras”. El volver a la teoría de los dos demonios. Arrestos ilegales. La ingenuidad de la clase media. No cambiamos, volvieron.  

martes, 14 de marzo de 2017

El Indio, la vida humana y los intereses

-Una crónica desde lo vivido, sentido e informado (y desinformado) de lo que pasó en Olavarría durante el sábado.

“Cierta gente de mierda (debería puntualizar: PODEROSA gente de mierda) se regodearía si alguien sale lastimado. Cuidemos al que está al lado”. Esto -así, tal cual, con esos paréntesis y mayúsculas- escribió y pidió y exigió el Indio Solari en la semana previa al recital que iba a brindar el sábado 11 de marzo. Quizás intuición política tras más de 40 años de trayectoria, tal vez olfato desde la experiencia por los días políticos y duros que se viven, posiblemente un mensaje para las cientos de miles de personas que ya estaban llegando para verlo una vez más.

El reloj apenas pasaba las 8 de la mañana cuando comenzamos la expedición. 350 kilómetros por delante. Diez horas de viaje. Y a caminar -y vaya que caminamos-. Hay que vivir eso para sentir ese clima de fiesta, de mucha solidaridad y acompañamiento. De vecinos que iban desde la curiosidad hasta el aprovechamiento de la ocasión para armarse un local improvisado y vender mientras esa multitud que caminaba tranquila hacia el predio rural La Colmena. Y acá una primera falla organizativa: no había señalizaciones ni gente de la organización que indicase caminos. Peor fue la salida, algo incontrolable, con caminos cerrados y marea humana.

Hay un problema que es cultural y es que la droga nos está matando. Y que el alcohol nos está sacando todo de foco. Y esto no es problema del Indio ni de su productora ni de la ocasión: es social, es el lucro con la vida humana. Como consecuencia de esto, no podemos entender estos eventos masivos -ni la vida cotidiana, como puede ser ir a bailar cada fin de semana- sin mamarnos o droga que circule. Ha entrado con todo y de lleno en un sistema es el que la deshumanización está en puntos altísimos.

Ezequiel Galli es el intendente de Olavarría y uno de los 65 jefes municipales que asumieron tras la asunción de Mauricio Macri. “Como mínimo esperamos 200 mil personas. Dentro de la municipalidad se generaron apuestas porque algunos dicen que vendrán 300 mil”, expresó, así, entre risas, Galli. Es decir, un número, como si quienes iban a concurrir a su localidad fuesen máquinas y no vidas humanas. Y aquí se nos desprende otra arista: la ausencia del Estado. Cuando facturar está primero que gestionar, las consecuencias están a la vista. Cuando abaratar costos -y acá sí entra el Indio y la productora- es algo que se pone en juego, lo incontrolable (¿es posible, en una sociedad organizada, controlar a cientos de miles de personas que se reúnen?) se torna un caos.

“No es un público que le digas ´está todo vendido´ y se quedan en la casa”, había expresado el Indio en una entrevista luego hecha documental que le hizo Mario Pergolini en marzo del 2016.

Dos muertos. Está confirmado que no fue como consecuencia de las avalanchas -se sabe, hay que decirlo, que esa marea de gente fue solo en los primeros metros que le siguieron al escenario, estando en el resto del predio con comodidad-. Ambos ya estaban en el hospital cuando empezó el show. Quienes aprovecharon e utilizaron cualquier mentira para pegar y criticar se fueron quedando sin argumentos. Porque violencia es mentir. Y mentir es lo que hacen los medios masivos de (des) información, esos mismos que fueron a Olavarría recién el domingo por la mañana (y nosotros, parados en la ruta por un desperfecto en la combi, veíamos cómo pasaban los camiones televisivos) porque, está claro, el morbo era más grande que ir a cubrir un recital sin precedentes.

Hay que tener cuidado con las palabras utilizadas y la búsqueda de culpables y la continua ola de aciertos y verdades en la que parece que vivimos y tenemos. No faltó quien haya esbozado que a estos dos chicos los mató el Indio o el rock como a Walter Bulacio. Omitieron - ¿por nula información o por interés y aprovechamiento? - que a Walter, en un show en 1991 de Los Redondos, lo mató la policía, cinco días después del recital, en la comisaría luego de haber sufrido torturas.

Ya habíamos pasado las 10 de la noche. Las luces se encienden, el artista y su campera roja aparecen. Y se da rienda suelta a “Barbazul versus el amor letal” (¿se habrá elegido este tema para comenzar justamente porque en Tandil, el año pasado, tras zapatillas que volaban mientras sonaba El Dios de la prisión se suspendió el tema?). Hay que estar. Hay que vivirlo. Hay algo especial alrededor del Indio. Todo en la vida no se puede explicar. Existe una mística que difícilmente se pueda apreciar en otro lado.

Más allá de grandes ratos como “Nuestro amo” o “Ropa Sucia”, el recital, acortado y modificado como consecuencia de los desmayos producidos en los primeros metros, ahondó mayormente en temas lentos. Se entendió el contexto y desde el escenario se evitaron peores consecuencias. La responsabilidad está detrás del escenario, en el armado de todo esto. Está en, por ejemplo, la productora y organización -de la cual el Indio es parte-, quien fogoneaba con que se iba a vivir algo único en la historia y con más de 300 mil personas, cuando sabían que en el predio entraban 100 mil menos. Se vendieron más entradas de lo permitido. También empezamos a perder cuando no pocos quieren ser más protagonistas que el verdadero protagonista.

“El Estado no puede ser penal antes que social”, fue una de las frases que dejó el Indio Solari cuando paró el recital no por problemas sino para dejar un mensaje por los días en los que vivimos. Se refería a la idea que tienen los Diputados y Senadores de bajar y apuntar a los niños y niñas de 14 años la edad de imputabilidad. Fue luego de apoyar a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en su búsqueda incansable e incesante sobre la identidad de los nietos e hijos aún no recuperados.


Existe una estigmatización marcada hacia el movimiento que es el rock y a una clase social –por cierto, no aquella conformada por esos poderosos que se regodearían de si alguien salía lastimado- que es muy clara y perversa. Vivimos en un sistema en el que la vida humana vale poco, en el que somos números o solo cabecitas tomadas por drones. Quizás el día en el que entendamos que somos alguien solo por el hecho de ser, de sentirnos vivos, algo cambie. Y acá no se salva nadie.

jueves, 2 de febrero de 2017

Saber jugar para saber correr

“El fútbol es un juego de vitalidad cerebral que necesita de la vitalidad física”. La firma de esta frase le pertenece a Dante Panzeri, quien desde sus lugares luchó contra lo que al fútbol estaba llegando: un conjunto de especialistas en cuestiones atléticas que poco sabían del deporte más popular del planeta. En nombre del negocio y de ser serios (¿qué significará ser serio en esta vida llena de miedos y de consumo y de mensajes que lo lúdico dejó de ser parte de la vida de un jugador?), una maquinaria llegó al fútbol.

Y se instaló. Y correr empezó a ser más importante que jugar. Y las palabras raras despojaron a los idóneos y conocedores. Y los carrileros desplazaron a los enganches. Permanecer comenzó a ser más importante que saber. El qué derrotó por goleada al cómo. Los escritorios le robaron fama a la pelota. Los millones, sonrisas al futbolista.

Andrés D´Alessandro regresó con 35 años a River y se fue con 36. Arribó a Núñez, casi en una operación secreta, en el verano pasado. Y durante un año fue el que más clara la tuvo. Lejos de que a esa edad no se puede jugar y que en el fútbol argentino te comen los talones, quien portó el número 22 en la espalda demostró que sí se puede porque la pelota es lo más importante. Y la cabeza, claro. Y su cabeza iba más adelante que la del resto. Conocer el juego es infinitamente más importante que correr kilómetros para vaya a saber uno qué.

Su pico de rendimiento fue en el Superclásico de diciembre que Boca terminó ganando 2-4. La rompió. Su salida coincidió con la levantada del rival, desde donde se llegó a decir, ante los micrófonos, que “la salida de D´Alessandro fue clave y nos favoreció”. Manejar los ritmos de un partido, que la bola vaya más rápido que las piernas. Una pisada vale más que mil metros. En un fútbol en el que todos parecen correr desenfrenados, él aportó pausa. Y, sabemos, al fútbol sin pausa no se puede jugar. Escasea el freno, la tranquilidad, el pensar.


En este fútbol físico, de músculos, de gimnasio es necesario reivindicar a los D´Alessandro. Y como a él, a un, por ejemplo, Riquelme. En esta lista aparecen los Xavi y los Iniesta. Habría que repasar en las estadísticas de “kilómetros recorridos” (¿para qué sirven?) qué tan abajo están en la tabla. Los números que nunca aparecen son las de influencia en el juego. Son los que entienden que entender lo de espacio, tiempo y precisión es más importante que correr. D´Alessandro ya no está, River correrá ahora más porque tendrá menos la pelota.