En la
Argentina, en la actualidad, residen más de dos millones de personas que
nacieron en otros países. ¿Se imaginan a un hijo de matrimonio boliviano
jugando como volante por derecha en el seleccionado argentino? ¿Y a un hijo de
familia peruana que sea el defensor central de Argentina en un Mundial? ¿O un
hijo que tuvieron una pareja paraguaya que sea el volante central de la
Selección Nacional?
Francia,
con la victoria 4-2 ante Croacia en la final, se coronó campeón mundial por
segunda vez en su historia. De los 23 jugadores que eligió el entrenador Didier
Deschamps para afrontar la Copa del Mundo, 14 tienen raíces africanas. Es
decir, casi el 80 por ciento de un plantel que en su mayoría juega en las
grandes ligas europeas. Y un dato más: solo el arquero suplente Steve Mandanda
(nacido en Congo hace 33 años) y el defensor central Samuel Umtiti (en Camerún
hace 24 años, el mismo que luego de Brasil 2014 le rechazó en la cara al
símbolo camerunés Roger Milla jugar en su país de nacimiento porque se sentía
francés) no nacieron en suelos franceses, algo que nos abre a un sinfín de
preguntas y reflexiones.
¿Qué
es la identidad? ¿No es acaso una construcción cultural y colectiva de todos
los pueblos del mundo? ¿No se trata de, además de todas las construcciones
colectivas, una reflexión hacia adentro de cada uno y cada una? ¿Cuando nos
referimos a la identidad no nos estamos refiriendo a patrones culturales, valores
y hasta normalidades impuestas y construidas desde algunos lugares? ¿Tal vez no
sea momento de romper con esas imposiciones y esas naturalizaciones y pensar el
mundo desde lo multicultural, la diversidad y el intercambio enriquecedor y
emancipador?
El
mundo se mueve. Las personas se mueven. Debe haber pocas cuestiones más
dolorosas que dejar la tierra en la que se nació. Pero vivimos en un mundo
capitalista. Es decir, en un planeta con hambre, desigualdad, guerras,
globalización y un mercado al que le importa más dónde conseguir explotación y
mano de obra barata que el desarrollo de cada ser humano. Por eso las guerras,
las muertes de inocentes, las migraciones y refugiados. ¿Hacia dónde emigran
los que emigran? ¿Qué buscan? Escapan de conflictos bélicos, realizan odiseas
en busca de trabajos que saben que en sus tierras natales jamás conseguirán…
Entender
el salvajismo con el que se mueve este sistema es acercarse a comprender más
por qué el campeón de Rusia 2018 cuenta entre sus filas con más de la mitad de
intérpretes con raíces africanas. Alrededor del comienzo de la tercera década
del siglo XIX los franceses comenzaron la colonización en África con varias
expediciones. Jules Ferry, un conservador francés de la época, justificó cada
medida colonizadora en un Congreso de 1885 en el que expresó que “la política
colonial se impone en las nociones que deben recurrir o la emigración, ya por
ser pobre su población o por ser excesiva”. La estigmatización de la pobreza.
Es
complicado comprender el presente sin tener en cuenta el pasado. Vayámonos
hacia 1981. Es el año en el que llega al continente africano el PAE. ¿Qué es
esto? El Programa de Ajuste Estructural. Fue una serie de órdenes y medidas
dictadas en conjunto por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y
La Casa de Washington para ajustar y continuar con el hambre en África. La
excusa, como siempre, fue que llegaban para sanar todos los problemas. Es
decir, los mismos entes y las mismas recetas que causan hambre y miseria son los
que dicen traer supuestas soluciones. Se bajaron los salarios (se acusaba que
los empleados públicos tenían sueldos altos), se privatizaron servicios
esenciales como salud y educación y se destruyó la industria local al abrirle
el juego y el camino al mercado. El mismo mercado que manejan las instituciones
ya mencionadas.
Entonces,
en este contexto, ¿cómo no se van a causar miles de flujos migratorios si el
sistema no da oportunidades? ¿No será momento de entender la diversidad y la
complementariedad de culturas para, desde ahí, disputarle a esta forma
discriminatoria y xenófoba de vivir un modelo que sí entienda de la inclusión y
la hermandad entre pueblos y países?
El
conservador y ex Primer Ministro de Francia, Francois Fillon, propuso durante
su gestión que se revise la Constitución para que haya un tope de inmigrantes.
Es sabido que en las calles de cada ciudad francesa a los negros los para la
policía para pedirles documento. Parece haber un lema que sobrevuela por los
aires que dice que si nos hacés ganar sos
francés si no sos un inmigrante indocumentado. ¿Acaso cuántos Kylian Mbappé
habrá por las calles parisinas buscándose la vida y alguna oportunidad para
subsistir y sobrevivir? Mbappé, la estrella que parece que viene a discutir el
reinado de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, tiene a un padre que es camerunés
y a una madre que es argelina. ¿Con qué derecho se le cuestiona que no es
francés?
¿Qué
hace a alguien más o menos –en este caso- francés? ¿Realmente no son más
nocivos los políticos que impulsan estas medidas racistas y que segregan que
cada persona que tiene la necesidad de cruzar mares y océanos en búsqueda del
bienestar?
El
capitalismo usa a estos jóvenes estrellas para introducirlos en un fútbol
globalizado que es sinónimo de una maquinaria de negocios y dinero. Estos
jugadores, en su niñez, fueron presos de un sistema que agobia, maltrata y
excluye y ahora lo son de un deporte que los usa, los muestra, los hace plata y
cuando llegue el momento los descartará. Francia, en 1998, año en el que obtuvo
su primer Mundial, contaba con apenas ocho jugadores de origen francés. Eric
Cantoná, quien había sido excluido del seleccionado nacional, reflexionó para
Les Bleus: “Cuando ganan son negros, blancos y árabes; cuando pierden son
gentuza de los guetos”. Es el mismo documental que comienza con “el fútbol es
política” del ex defensor central Lilam Thuram.
Identidad
y resultadismo. Eso. Resultadismo, la clara penetración del capitalismo en el
deporte. Si no ganás no existís. Si no tenés no sos nadie. Me representás solo si ganás. La
sociedad francesa permanece con estos debates desde hace décadas. Y más cuando
es influenciada por el político Jean-Marie Le Pen, quien presidió hasta el 2011
el partido ultra derechista Frente Nacional y durante la Eurocopa de 1996 atinó
a esbozar: “Noto que los jugadores de otras selecciones cantan el himno con
fervor, mientras que la mayoría de los jugadores de la selección de Francia no lo
cantan o no saben la letra. Me parece un poco artificial reclutar jugadores del
extranjero”.
¿Qué
es lo que nos lleva a pensar que una persona que no nace en un país pero vive
la mayoría de su vida allí, adopta sus costumbres, valores y cultura no puede
tener la identidad de donde eligió ir o la vida la llevó? ¿Entonces, con ese
paradigma, deberíamos entender que la mayoría que habita suelo argentino no son
como tal sino que son italianos o españoles, entre otros? Combatir al
capitalismo es también poder tener la sensibilidad de estar del lado de quienes
sufren injusticias y son despojados de sus raíces.