martes, 5 de julio de 2016

A la mesa, los que saben

Por Lucas Abbruzzese


El fútbol argentino ha tocado más que fondo. Ha fracasado pero no deportivamente, lo ha hecho en términos de proyectos, estructuras y planificación. El deporte se llenó de magnates, empresarios, ricos que su gran puente con esto a lo que ellos sólo utilizan es el dinero y la codicia, el poder. Dentro de todo ese juego; inclusión, organización, educación y espejo para crecer quedaron tan lejos como despojadas de su esencia.

Tuvimos un Diego Maradona y jugamos con él. Tenemos un Lionel Messi y lo despreciamos y lo rebajamos. Gozamos de un José Pékerman pero el mensaje, con Carlos Bilardo como director de selecciones, fue que “salir campeones en juveniles no servía para nada”. ¿Qué se quiere? ¿Para qué? ¿Con quién? ¿Cómo? ¿Alguien se pregunta algo en medio de los intereses creados?

De Pékerman se pasó a Basile. De Basile, a Maradona. De Maradona, a Batista. De Batista, a Sabella. De Sabella, a Martino. De Martino, a…

Ya ni nombres hay. Y aunque no son pocos los que creen que esto no pasa por los nombres, me atrevo a decir que sí. Pero no el nombre para la dirección técnica. Son los apellidos para conformar una mesa de decisiones y planificaciones. En esa mesa, si es que se anhela salvar al fútbol argentino, no pueden faltar ni César Menotti ni Marcelo Bielsa ni los Riquelme ni los Redondo ni los Maradona ni lo viejos y actuales jugadores. Al fútbol los que son del fútbol. Los sabios. Los que saben. Nada será más rentable que crecer desde las bases, fomentando el juego y excluyendo las urgencias.


¿Quién conoce a todos estos que desembarcaron en el ícono cultural de Argentina? ¿De dónde salieron? ¿Por qué el fútbol es tan atractivo para los negocios y tan poco para invertir a largo plazo? ¿Cómo llegaron a ser dirigentes? ¿Por qué juegan con la pelota desde los escritorios?

Hay que parar la pelota. Afuera. Los jugadores del fútbol argentino tienen en su poder hacerlo y exigir autoridades acordes. Si no, la bocha no empezará a rodar. No habría fútbol sin futbolistas. No habría negocio. Un cambio obligado.

En medio de toda esta porquería, le exigimos a Messi que sea campeón del mundo y que, si no lo logra, será un fracasado. ¿Pero saben qué? Los fracasados somos todos nosotros que no movemos ni un pelo por crear una deportividad acorde a lo que representamos. Por eso, a la mesa los que saben.