Por Lucas
Abbruzzese
“Para entrar no
te preguntan ni quién sos ni nada, sólo cuánto traés y ahí entrás”, deslizó el
periodista Ezequiel Fernández Moores en una entrevista. Es el negocio el que
mueve en el fútbol un dinero infernal que nadie se cuestiona de dónde proviene.
¿Paraísos fiscales? ¿Del lavado? ¿De la mafia? ¿De la trata? Los popes que
manejan la actividad, siempre de saco y de corbata, poco han hecho paro pensar
un deporte mejor y mucho para ver cómo se siguen enriqueciendo.
Se cree, y con
fundamentos, que la verdadera fuerza la tienen ellos. Discrepo. El poder real
del fútbol es de los jugadores. Son justamente ellos –los jugadores- a los que
han convertido en una mercancía a explotar, con calendarios imposibles,
partidos de pretemporada inservibles y perjudiciales, viajes a destinos inhóspitos
con el único fin de recaudar y exigencias que despojaron a lo lúcido. Son
justamente ellos –los jugadores- los que en sus pies y cabezas tienen la
oportunidad de parar la pelota y gritar bien fuerte un “acá no se juega más
hasta que no haya transparencia y modificaciones”.
¿Qué sería del
juego sin sus jugadores? ¿Qué pasaría con el fútbol sin sus futbolistas? Hay
muchas cabezas como para pensar cómo empezar desde cero. Se acabaría el
negocio. No habría partidos y, por lo tanto, el show se apagaría. La mayor
traba es que ellos mismos crecieron bajo el dominio de dirigentes oscuros,
representantes mafiosos y un sistema que hoy los usa y mañana los descarta.
¿Hay lugar para la reflexión? Siempre, aunque debiera ser organizada.
El fútbol
argentino necesita de ellos. De que empiecen a estar en la mesa de decisiones.
El rol pasivo de los dueños real de la pelota es un doble problema que
aprovecha el negocio. Hay que limpiar la Asociación del Fútbol Argentino (AFA)
de todo este mundo heredado de Julio Humberto Grondona. Ya comenzó Diego
Maradona a imponerse. ¿Está solo? ¿Quién lo acompaña? ¿Cómo es tomado que un
tipo sabio como Juan Sebastián Verón, en medio de todo el escándalo, salga de
una reunió riéndose con Daniel Angelici? ¿Hasta cuándo Carlos Bilardo va a
tener voz y voto mientras César Menotti, uno de los tipos más influyentes en la
historia del fóbal argentino, siga observando todo desde afuera? ¿Hasta cuándo
habrá que soportar que los medios masivos de comunicación le continúen dando el
micrófono a Caruso Lombardi?
El poder real es
el de los jugadores. Es hora de despertarse y utilizarlo. Allí afuera esperan
una estructura para inferiores, una mirada más social e inclusiva, unos clubes
arruinados que despojen las actividades sociales, un Lionel Messi necesario
para la reconstrucción.