“El fútbol es un juego de vitalidad cerebral que necesita de
la vitalidad física”. La firma de esta frase le pertenece a Dante Panzeri,
quien desde sus lugares luchó contra lo que al fútbol estaba llegando: un
conjunto de especialistas en cuestiones atléticas que poco sabían del deporte
más popular del planeta. En nombre del negocio y de ser serios (¿qué
significará ser serio en esta vida llena de miedos y de consumo y de mensajes
que lo lúdico dejó de ser parte de la vida de un jugador?), una maquinaria
llegó al fútbol.
Y se instaló. Y correr empezó a ser más importante que
jugar. Y las palabras raras despojaron a los idóneos y conocedores. Y los
carrileros desplazaron a los enganches. Permanecer comenzó a ser más importante
que saber. El qué derrotó por goleada al cómo. Los escritorios le robaron fama
a la pelota. Los millones, sonrisas al futbolista.
Andrés D´Alessandro regresó con 35 años a River y se fue con
36. Arribó a Núñez, casi en una operación secreta, en el verano pasado. Y
durante un año fue el que más clara la tuvo. Lejos de que a esa edad no se
puede jugar y que en el fútbol argentino te comen los talones, quien portó el
número 22 en la espalda demostró que sí se puede porque la pelota es lo más
importante. Y la cabeza, claro. Y su cabeza iba más adelante que la del resto.
Conocer el juego es infinitamente más importante que correr kilómetros para
vaya a saber uno qué.
Su pico de rendimiento fue en el Superclásico de diciembre
que Boca terminó ganando 2-4. La rompió. Su salida coincidió con la levantada
del rival, desde donde se llegó a decir, ante los micrófonos, que “la salida de
D´Alessandro fue clave y nos favoreció”. Manejar los ritmos de un partido, que
la bola vaya más rápido que las piernas. Una pisada vale más que mil metros. En
un fútbol en el que todos parecen correr desenfrenados, él aportó pausa. Y,
sabemos, al fútbol sin pausa no se puede jugar. Escasea el freno, la
tranquilidad, el pensar.
En este fútbol físico, de músculos, de gimnasio es necesario
reivindicar a los D´Alessandro. Y como a él, a un, por ejemplo, Riquelme. En
esta lista aparecen los Xavi y los Iniesta. Habría que repasar en las
estadísticas de “kilómetros recorridos” (¿para qué sirven?) qué tan abajo están
en la tabla. Los números que nunca aparecen son las de influencia en el juego.
Son los que entienden que entender lo de espacio, tiempo y precisión es más
importante que correr. D´Alessandro ya no está, River correrá ahora más porque
tendrá menos la pelota.