sábado, 7 de diciembre de 2019

Creo


 Golpean la puerta. Abre Mafalda. Preguntan por el jefe. “En esta familia no hay jefes, somos una cooperativa”, responde la niña en cuestión y, de un portazo, le cierra en la cara. Podría -de hecho lo es- ser una simple alusión a una historieta de la tira a la que Quino le dio vida, pero también es una manera de describir la manera de entendernos y funcionar en Huaco como delegación.

¿Acaso qué es la horizontalidad si no es pensarnos como pares? Desde la palabra se enseña, desde el diálogo se construye, desde lo colectivo se idea y se crea. Lejos de imponer, proponer; lejos de lo establecido, la deconstrucción. ¿Cerca de este Proyecto?: el amor, la ternura, la sensibilidad, la humanización y las cachetadas a lo naturalizado.

“Nosotros tenemos que tomar nuestras propias decisiones y no que otros la tomen por nosotros”, Ezequiel, escuela Calcagno, recitador de una brillantez inimaginable. Fue el mismo que nos contó que allí las madres llevan adelante una cooperativa para organizarse y decidir las necesidades alrededor de los alimentos. Tener la oportunidad. Decidir. De ese concepto hablamos. De ese verbo que nos permite volar un poco más. Así lo entiende Joaquín, un purrete tan hablador como cariñoso, cuando me vio el pañuelo del aborto (“se hacen igual y las chicas mueren”, esbozó una alumna de la Agrotécnica), me preguntó qué opinaba, se lo fundamenté y me dio su punto de vista: “que puedan decidir (las mujeres, sobre su propio cuerpo)”. Nos dimos la mano y seguimos haciendo pulseritas.

Viajar en la primera fecha pactada se esfumó por diversas festividades sanjuaninas. Emprender viaje en la segunda y última oportunidad parecía una utopía a la que la indiferencia y la negación del gobierno porteño nos sometía. Pero donde hay sueños las utopías dejan de serlo y se transforman en luchas. Y nos movimos. Nos organizamos. Y el viaje salió. Y vaya que salió. “El primer día de clase ya los chicos y las chicas nos preguntaron cuándo venían”, nos contó una de las maestras de la escuela Buenaventura Luna. 

“Creo que educar es combatir y el silencio no es mi idioma
Creo en tu sonrisa creo en mí si te veo hoy
y me pedís que no me rinda...Sigo por vos”.

En una realidad en la que el Estado baja 14 pesos por cada pibe y por cada piba por día allí estamos. Y estamos no solo con las donaciones. Ahí estamos pensando y pensándonos con Mafalda, con la Educación Sexual Integral, con el juego como herramienta de expresión y de inclusión, con la sonrisa como vitamina. Porque, les juro, mirar esos ojos, escuchar esas risas, interpelar  esas inquietudes, poner el cuerpo y la cabeza es maravilloso.

¿Cómo nos pensamos desde la ausencia? ¿Qué significará lo ausente en un sistema que cada vez nos vende más cotillón pero en el que no tenemos las necesidades básicas cubiertas? ¿Dónde, cómo, por qué nace la ausencia del Estado, de la familia, de la escuela? Los sueños parecen frustrados. Sí, ya a los 10, 11, 12 años hay una conciencia de la imposibilidad de ser. Los brazos no se bajan. La realidad pega. Porque si las mineras que nos vacían y nos contaminan no ceden es porque hay grandes intereses detrás, y justamente no son las migajas que le quedan a las escuelas.

Huaco fue (y es) que alguien venga y, mirando las estrellas, te diga “acá puedo ser yo”. Y eso es consecuencia del modo de entender este espacio: solidaridad, mirarse a los ojos, compartir, juntarse, discutir, repensar y reconstruir. Huaco fue escuchar a una mamá diciéndole a su hijo “comé acá -en la escuela- porque en casa no hay comida”. Fue estar, la última noche, pasada las 12, pintando las rejas de la escuela mientras el oído escuchaba “lo que me pone bien es que me siento parte de un grupo”. Ser. Estar siendo. Estamos siendo con otres al lado. Huaco, ese pueblo acercándose al límite con Chile, fue repensar lógicas con Mafalda y Manolito y entender que “no hay cosas de chicos y cosas de chicas” porque entendemos al género como una construcción social. 

El juego (“Jugar”, nos gritan al vernos. Porque también somos eso) y el dibujo son herramientas infinitamente necesarias para conocernos y expresar lo que a veces con la palabra no podemos. Para que, por ejemplo, aparezca un hermano que ya no está; o, también, para comprender que ningún niñe quiere irse de Huaco, ya que en un futuro se ve ahí con su casa y su familia. Hablemos de identidad también, del contacto con la tierra, la naturaleza y esos sentidos que pareciera que en los manicomios capitalinos perdemos de a largos ratos.

“¿Vas a venir el año que viene? Yo te voy a estar esperando”. Si las despedidas son esos dolores dulces, acá también son un empujón para seguir. Esas lágrimas por irnos hay que entenderlas más como alegría por lo vivido que por lo que no estará al día siguiente. Porque si “para el mundo somos alguien y para alguien somos el mundo” es porque las huellas están latentes, los recuerdos no se borran, las semillas crecen y los sueños nos siguen empujando a transformar.

miércoles, 16 de enero de 2019

Vamos a darle la vuelta al mundo (o a dar vuelta el mundo)


Solo pusimos dos condiciones para jugar: la primera, que había que mojarse la cabeza a cada rato; la segunda, que los equipos los armábamos entre todos. Es que claro, estábamos rondando el mediodía, el sol quemaba como esos corazones que se reflejaban en esas sonrisas contagiosas y maravillosas, alrededor de 30 grados y con las montañas de fondo que nos iluminaban no la vista sino la vida.

Si cerramos los ojos y no imaginamos algo mejor es porque sabemos que, siempre, hay un otro. Una otra. Un alguien más allá de nuestro ombligo. Y por eso escuchamos. Y por eso los prejuicios hay que dejarlos de lado. Y por eso levantamos la bandera de revolucionar todo. Si se transita ese camino es porque la sensibilidad juega un papel fundamental. La sensibilidad, eso. La sensibilidad es el gran atajo para ver esta vida demasiado mal diseñada como algo transformador.

No sé qué ni quiénes ni quién carajo va a tomar alguna vez, desde los lugares de poder, la decisión de que así las cosas no van. Lo que sí sé es que esperar quietos y quietas no es una opción. Que la indiferencia no es una opción. Porque no podemos permitirnos ser indiferentes, por ejemplo, a Thiaguito, a quien el Estado “no puede” garantizarle los medicamentos necesarios –con un costo de 4 mil pesos por mes- para tratar su retraso madurativo. A quien el Estado DECIDE no otorgarle el certificado de discapacidad porque eso conlleva beneficios para él como viajar gratis. Váyanse a la mierda.

4 mil pesos. 4 mil pesos. ¿Qué son 4 mil pesos? Nada (O para Thiago, mucho). Ahí un tema: ¿qué somos para el Estado? ¿Quiénes somos para los y las que toman decisiones?

Ese mismo Estado que “no puede” proveer algo básico como la salud es el mismo que recauda cientos de millones por su vínculo con las multinacionales mineras que destruyen nuestra tierra. Porque ahí nomás, en Huaco, a unos kilómetros de la escuela Calcagno, donde el sol al mediodía quemaba tanto como la pasión por pensar un mundo mejor, están funcionando las empresas saqueadoras que, primero, se llevan el oro y los minerales y, segundo, las ganancias. Para eso es inevitable transar con el, en este caso, gobierno provincial. Y volvamos a lo mismo: el Estado. “No puede” asignar 4 mil pesos pero sí da rienda suelta a los negociados. Mucho para los poderosos, nada para quienes lo necesitan.

El mismo Thiago que ahí lo vemos, sonriendo. Sonriendo después de jugar y correr. De sentir que era parte de algo. De sonreír porque eso es jugar, compartir. Sintiéndose, tal vez en ese momento, libre y uno más. Como cualquiera de los que jugamos ese partido. Perdón, la seguimos luego. Es momento de ir a mojarnos la cabeza.

La cultura del abrazo y la revolución


Un “te quiero”. Un beso. Un abrazo. Un “te voy a extrañar”. Un “no te vayas”. No busquen más. Si pensamos y nos creímos que la vida iba por otros carriles nos estamos equivocando. Allí está todo: en la capacidad y el sentir que tengamos de expresarnos, llorar, movilizarnos y poner el cuerpo en esta aventura llamada vivir.

Huaco tal vez resuma a la perfección, como esa canción que entona “el valor de vivir” que acompañamos con la guitarra, que es necesario romper con lógicas comunicacionales implantadas en las sociedades modernas. Porque estamos más comunicados pero menos informados. Así lo resumió una de las maestras de la escuela Calcagno durante el almuerzo despedida: “Nos relacionamos más por redes que persona a persona. Hay que estar contentos con este modo de vincularse”. Bienvenidos y bienvenidas. Esto es el Proyecto Malimán-Huaco. Y estamos orgullosos y orgullosas de ser así. 

Minutos antes, la misma docente casi que nos había dejado perplejos con algo tan simple como que “somos protagonistas de nuestras vidas”. Y no es todo: el director de la misma escuela, antes de cerrar el acto, expresó de manera tan natural pero que por tan natural que sea no deja de significar un enorme empuje en esta locura, que “en cada comienzo de ciclo lectivo los chicos y las chicas preguntan si este año viene el Mariano Acosta”. Y en cada caminata de escuela a escuela nos saludan y nos levantan las manos. Y ahí vamos. Y seguimos. Y seguiremos.

¿En serio a alguien se le pasa por la cabeza pensar esto como asistencialista? ¿En serio cree eso mientras pensamos, planteamos y discutimos en San Juan por qué usar el lenguaje inclusivo? ¿En serio es asistencialismo entender que las actividades deben estar marcadas por la Educación Sexual Integral? ¿Realmente lo ven de esa manera sin saber que desde este espacio buscamos becas para que quienes terminen el secundario puedan volar y no angustiarse? ¿Lo ven así aún sin codearse ni vivir lo que es hablar de por qué el aborto debe ser legal en una sociedad en la que la iglesia tiene una importancia imponente? ¿En serio cuando reflexionamos que “lo que importa es que el lenguaje inclusivo ponga en discusión algunas cosas”? ¿De verdad van a creer que, mientras el Estado, tan ausente como cómplice, gasta (porque, para quienes gobiernan, los pibes y las pibas son un gasto) apenas 15 pesos por día por cada alumno y alumna, sabiendo que las escuelas albergues deben hacer magia con eso, este laburo que hacemos no tiene un costado transformador y revolucionario? 

“La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo”, Eduardo Galeano.

Los meses previos al viaje tienen el foco en qué tipo de actividades plantearemos en las cuatro escuelas que visitamos en Huaco y en la de Malimán. Este año fue el turno de los derechos. “Tenemos derecho a decir que no”. No sabemos qué dejamos, cuánto plantamos, qué se llevan y cómo se canaliza en el día a día. Pero la respuesta ahí está. Salió. Resulta duro pensarse a uno mismo y una misma. Y más cuando desde una actividad como esta se desprende que niños de entre 8 y 10 se ven en un futuro no siendo felices sino más relacionados con contextos de muerte y violencia.

Logramos entender algunas dinámicas escolares. Y hay lógicas que en la escuela como institución se reproducen y no se rompen: ¿vamos a seguir pensando la educación como reproductora de desigualdades o como una verdadera emancipación? Notamos que entre los alumnos y las alumnas se plasman relaciones de poder de hombres sobre mujeres y de grandes sobre pequeños. Si en la casa se sufre en la escuela se refleja ese sufrimiento contra otros y otras. Y allí hay que rescatar a Paulo Freire en su Pedagogía del oprimido: “El gran problema radica en cómo podrán los oprimidos, que alojan ese opresor en sí, participar de la elaboración de la pedagogía para su liberación”.

Y si estamos más comunicados pero menos informados ahí está Thiago. Porque si tocamos los derechos tal vez nos haya faltado el derecho a la información. Es que a la familia de thiaguito le dijeron que nadie (llámese Estado) puede hacerse cargo de los medicamentos que necesita para tratar su retraso madurativo. Son 4 mil pesos por mes. Estado ausente, derechos torcidos. Derechos torcidos, desigualdad reinante. La ruleta de la vida que continuará jugando con cada persona. Como si estos niños y estas niñas no interesasen. “Otra opción es sacarle el certificado de discapacidad, pero a los gobernantes no les conviene porque eso significaría que viaje gratis, que se realice el tratamiento gratis (algo que es ley)”.

“Los medios manipulan todo”. Tal vez no haya otras mejores cuatro palabras que estas desprendidas de una charla con docentes de la secundaria de Cantoni. Porque en Jujuy cierran profesorados y nadie se entera. En San Juan los están cerrando y los medios masivos de desinformación comunican y operan pero no informan. Las puertas que en el Proyecto pensamos cómo abrir, desde los lugares de privilegio las cierran. ¿Qué significará para un pibe y una piba de entre 17 y 19 años irse de sus casas y dejar todo? ¿Cuánto empujarán las alas de los sueños para salir de ese círculo de la gendarmería y la minería?

En esta cultura del abrazo, que sin dudas nos hace crecer como personas y nos humaniza, entendemos que acompañar es abrazar, es respetar los silencios, es sonreír y es compartir. Es comprender constantemente que hay otra persona al lado, que viajar juntes es mejor que en soledad. Es habilitar un mundo atropellado y pisoteado, por ejemplo, por las mineras que explotan las montañas que inundan el paisaje de Huaco. Las mismas multinacionales que, del total de sus ganancias, se llevan el 98 por ciento a sus países y que el resto queda para los gobernantes de turno. No solo se llevan todo el oro –del cual solo queda el subterráneo- sino que contaminan y saquean nuestros recursos naturales, algo que lo padece la Agrotécnica (la única escuela secundaria que hay) porque cada derrame atenta contra el suelo, los cultivos y cada materia que se practica con el contacto con la naturaleza. “Hasta que no salgamos todos nada va a cambiar y se nos van a seguir cagándonos de risa”. ¿Por qué la tierra no es de quienes la trabajan y sí de quienes explotan a quienes la trabajan?

Comprendimos que proponer es mejor que imponer. Que hay silencios que son salud. Y más cuando se dan a la medianoche, con un cielo tan estrellado que nos invitaba a pensar en todo lo que nos perdemos a diario en nuestra cotidianeidad de apuros.

Si algo entendimos es que estamos vivos y vivas. Las despedidas son esos dolores dulces. Si hubo dolor fue porque nos sensibilizamos en un mundo cada vez más alejado de las emociones. Si nos emocionamos no es porque nos despidamos sino porque sabemos que hay vacíos difíciles de explicar y suplir: “Cuando venía el Mariano Acosta amaba venir a la escuela”. ¿Repensar si dejamos algo? No sabemos si vamos a cambiar al mundo. Lo que sí supimos es que nuestra mirada del mundo cambia en cada aventura. Y que si seguimos soñando es porque la indiferencia no está en nuestro diccionario.