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miércoles, 16 de enero de 2019

Vamos a darle la vuelta al mundo (o a dar vuelta el mundo)


Solo pusimos dos condiciones para jugar: la primera, que había que mojarse la cabeza a cada rato; la segunda, que los equipos los armábamos entre todos. Es que claro, estábamos rondando el mediodía, el sol quemaba como esos corazones que se reflejaban en esas sonrisas contagiosas y maravillosas, alrededor de 30 grados y con las montañas de fondo que nos iluminaban no la vista sino la vida.

Si cerramos los ojos y no imaginamos algo mejor es porque sabemos que, siempre, hay un otro. Una otra. Un alguien más allá de nuestro ombligo. Y por eso escuchamos. Y por eso los prejuicios hay que dejarlos de lado. Y por eso levantamos la bandera de revolucionar todo. Si se transita ese camino es porque la sensibilidad juega un papel fundamental. La sensibilidad, eso. La sensibilidad es el gran atajo para ver esta vida demasiado mal diseñada como algo transformador.

No sé qué ni quiénes ni quién carajo va a tomar alguna vez, desde los lugares de poder, la decisión de que así las cosas no van. Lo que sí sé es que esperar quietos y quietas no es una opción. Que la indiferencia no es una opción. Porque no podemos permitirnos ser indiferentes, por ejemplo, a Thiaguito, a quien el Estado “no puede” garantizarle los medicamentos necesarios –con un costo de 4 mil pesos por mes- para tratar su retraso madurativo. A quien el Estado DECIDE no otorgarle el certificado de discapacidad porque eso conlleva beneficios para él como viajar gratis. Váyanse a la mierda.

4 mil pesos. 4 mil pesos. ¿Qué son 4 mil pesos? Nada (O para Thiago, mucho). Ahí un tema: ¿qué somos para el Estado? ¿Quiénes somos para los y las que toman decisiones?

Ese mismo Estado que “no puede” proveer algo básico como la salud es el mismo que recauda cientos de millones por su vínculo con las multinacionales mineras que destruyen nuestra tierra. Porque ahí nomás, en Huaco, a unos kilómetros de la escuela Calcagno, donde el sol al mediodía quemaba tanto como la pasión por pensar un mundo mejor, están funcionando las empresas saqueadoras que, primero, se llevan el oro y los minerales y, segundo, las ganancias. Para eso es inevitable transar con el, en este caso, gobierno provincial. Y volvamos a lo mismo: el Estado. “No puede” asignar 4 mil pesos pero sí da rienda suelta a los negociados. Mucho para los poderosos, nada para quienes lo necesitan.

El mismo Thiago que ahí lo vemos, sonriendo. Sonriendo después de jugar y correr. De sentir que era parte de algo. De sonreír porque eso es jugar, compartir. Sintiéndose, tal vez en ese momento, libre y uno más. Como cualquiera de los que jugamos ese partido. Perdón, la seguimos luego. Es momento de ir a mojarnos la cabeza.