Un análisis de los discursos que giran alrededor de la venta de tecnología y de programas para utilizar en el aula.
En las sociedades actuales existen dos conceptos, los de
información y comunicación, que resaltan en la cotidianeidad de nuestros días.
Pareciera que se está todo el tiempo sabiendo todo lo que pasa y más
comunicados. La aparición de las nuevas tecnologías (celulares, redes, TV
interactiva, etc.) han llegado para quedarse y la escuela no es ajena a este
fenómeno. Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en el
ámbito educativo han cobrado un enorme valor, el cual solo parece relacionarse
con el simple hecho de proveer una computadora por niño o niña, como si eso
fuese suficiente para comprender las necesidades de cada uno y cada una. David
Buckingham, en su libro Más allá de las tecnologías, señala: “Está
implícita la idea de que distribuir información
conducirá, de alguna manera automática, al conocimiento y el aprendizaje”.
Buckingham
hace un análisis del impacto discursivo y empírico de las TIC alrededor de la
escuela y escribió: “Cuestiono la noción de tecnología de la información, como
si esos dispositivos se limitaran a actuar como medios para almacenar y
distribuir un cuerpo inerte de hechos o datos. El término información implica de alguna manera que el contenido de la
comunicación es neutro y que, al igual que la tecnología, es independiente de
los intereses humanos”. Por eso considero necesario entender que, como se
señala en el programa Aprender Conectados acerca de que ahora se alcanzará a
toda la Argentina con conectividad y equipamiento, estos elementos no hacen a
una mejor educación ni un más factible aprendizaje.
Se refiere a esto Inés Dussel, autora del libro Aprender y enseñar
en la cultura digital: “La
brecha hoy se produce entre usos más pobres y restringidos, y usos más ricos y
relevantes. Por eso no es suficiente con dotar a las escuelas de computadoras y
acceso a internet, sino que hace falta formar al docente para hacer usos más
complejos y significativos de la cultura digital”. La alfabetización digital
viene por este lado: apoderarse de los medios, producirlos, manipularlos
y no ser solo consumidores de los mismos. Agrega Buckingham: “Creo fundamental
que la escuela se ocupe de las experiencias culturales que viven los jóvenes
fuera del aula, experiencias muchas veces relacionada con los medios digitales;
percibo en el uso de los medios digitales un enorme potencial de los alumnos
por tomar el control de los medios de producción, es decir, tomar esta
tecnología para comunicarse, crear, representar expectativas e intereses”. Es
poder ver y apreciar al niño y la niña como un sujeto con contexto, intereses y
un mundo que lo rodea y que los medios digitales sean una herramienta de
comprensión de la realidad y de mostrarse de manera activa y no pasiva ante el
mundo.
En la actualidad, el mundo se está diseñando, hace décadas,
alrededor de un nuevo capitalismo. ¿Por qué nuevo? Porque el mundo del trabajo
giró hacia condicionamientos laborales que antes no se tenían tanto en cuenta
como: trabajos cortos e inestables, relaciones virtuales, un capital impaciente
porque se necesita un rendimiento urgente del mismo, la incertidumbre, y un
cambio constante del perfil labora. Y en este último ítem, el del cambio
constante del perfil laboral, me quiero enfocar, ya que hace referencia a las
competencias. Referirse a competencias
no es justamente ser competente con algo sino todo lo contrario: es la
capacidad de adaptarse a los cambios y la flexibilidad capitalista que el mundo
actual del trabajo plantea y exige. Así lo explica Angelique de Rey en Un
hombre sin atributos: “La
sociedad del conocimiento no exige a los individuos saberes, destrezas o
incluso comportamientos y actitudes precisas, sino que sepan olvidar lo que
saben, lo que saben hacer y lo que son, para adaptarse. El individuo actual
debe poder cambiar tanto de conocimientos como de habilidades y de personalidad”.
Y, de manera contundente, agrega: “Nos
encontramos frente a la fabricación de un hombre que sabe hacerse flexible para
adaptarse mejor a las necesidades de un sistema-mundo en el que la
macroeconomía se ha vuelto central. Un hombre que sabe convertirse en una
especie de pequeña computadora, capaz de cargar datos en su disco rígido y
luego borrarlos; en pocas palabras, un hombre modular, para quien convertirse
en sí mismo implica el olvido de sí mismo”.
Acá encuentro el sentido mercantil del negocio de
las nuevas tecnologías alrededor de la educación: es imponer, ya desde la venta
de programas y equipamientos desde niños y niñas, una forma de ver el mundo que
se relaciona con lo flexible, con el saber hacer más que con el ser; es decir,
con las competencias. Así lo enlaza Buckingham: “La
introducción de la computadora como dispositivo educativo no fue natural e
inevitable; fue producto de imperativos políticos, económicos y sociales. Para
los políticos, centrarse en la tecnología parecía proporcionar una ocasión de
ocuparse de temas vinculados a la competitividad internacional y la necesidad
de una fuerza de trabajo bien disciplinada”. Competitividad, competencias…todas
formas de relacionarse que tienen que ver más con las empresas que con la
escuela.
Me resulta imprescindible no sacarle el foco a lo que plantea
Buckingham: “El empleo de las TIC en la educación se concibe como un elemento
indispensable en el proceso de actualización de las habilidades de la fuerza de
trabajo del futuro y una forma de garantizar sus probabilidades de conseguir
empleo. El uso de la tecnología en educación es una respuesta directa a las
exigencias de la economía moderna. Este discurso de habilidad tecnológica
propone una articulación particular de la educación, el mercado comercial y el
futuro trabajador/consumidor”.
Al estar tan presentes las características de flexibilidad e
incertidumbre es complejo que la palabra cambio no se asimile a la realidad.
Por eso es bueno traer lo que Richard Sennet escribió en La corrosión del
carácter: “Los tiempos se han asimilado entre el trabajo y el consumo. Ahora el
trabajo se resuelve en el corto plazo, las relaciones son superficiales y
funcionales a las exigencias del cambio repentino”.
Tal vez en estos párrafos encontremos más motivos
para entender la deshumanización que se sufre a diario. En una sociedad y una
conformación de la vida que no interviene para le emancipación de las personas
sino para advertirle, si quieren permanecer en el sistema, cómo deben actuar,
cómo deben ser y que lo que son no sirve si no es redituable.
Uno de los términos utilizados por Angelique de Rey
y que no hay que pasar por alto es el de sociedad del conocimiento. Se cree que
el uso de tecnología más la circulación de información hacen al conocimiento.
Pero no. Es interesante lo que plantea Renán Vega Cantor en Sociedad del
conocimiento, una falacia comercial del capitalismo contemporáneo: “En esta sociedad del conocimiento
el conocimiento es artificial porque se trata más de almacenar datos que de
comprender los problemas reales”. Y aquí, otra vez, la importancia de la
alfabetización digital tomada desde enseñar a usar tecnología y no de usarla
porque sí.
Analiza Vega Cantor que “lo que
la tal sociedad del conocimiento depara es algo completamente distinto que
niega el carácter democrático de la universidad, al especializar ´recursos
humanos´ funcionales para el capitalismo transnacional, una fuerza de trabajo
diestra técnicamente, poco costosa, que no piense y absolutamente
despolitizada”. Entonces, desde la escuela y como docentes, ¿pensamos a los niños
y las niñas como futuros sujetos empleables o como ciudadanos críticos,
democráticos y sensibles ante la realidad?
Al respecto
expone Buckingham: “El discurso de la sociedad de la información o economía del
conocimiento construye al niño como futuro trabajador y consumidor de
información. En esta construcción se concibe al niño como un hacerse y no como un ser. Se presta poca atención a verlos
como productores de información, solo se atina a verlos como consumidores para
no quedarse afuera de esta era tecnológica”. Un discurso que no sale de quienes
transitaron las aulas, investigaron, crearon conocimiento científico y fueron
críticos sino de entes económicos mundiales como el Banco Mundial, que necesita
y se abastece de estos conceptos vacíos y engañosos para justificar la
implementación de las TIC y su consiguiente negocio alrededor de la educación.
Acá notamos un punto de contacto con la globalización y la idea de, desde el
exterior, impartir en lo local y destruirlo. En relación a esto escribió Néstor
Canclini en La globalización imaginada: “Transferir las instancias de decisión de la política nacional a una
difusa economía transnacional está contribuyendo a reducir los gobiernos
nacionales a administradores de decisiones ajenas”.