martes, 14 de noviembre de 2017

Los ojos

Ya estábamos en viernes a la madrugada. La fiesta de despedida había dado sus últimos suspiros. Los discursos, llenos de vida y de sensaciones encontradas, dejaron lágrimas y ganas de más. La música ya no sonaba. La transpiración comenzaba a despedirse. El patio era ese lugar de querer seguir un rato más. Es que, claro, los bolsos ya estaban armados. Nos volvíamos en un par de horas. Me fui a sentar en el escalón del mástil. Pensaba que todo había pasado y terminado. Pero no.



“Lucas, ¿mañana te vas?”.

Pri se me acercó y me esbozó, como si nada (¿como si nada?), esas cuatro palabras y un interrogante que era más que eso. No lo soltó de su boca como cualquier palabra que decimos. Se los juro: me habló con los ojos. Tal vez era su boca la que modulaba, pero mirándome fijo a los ojos me clavó –en el corazón- esa pregunta. Había levantado la mirada y esos ojazos enormes fueron más enormes aún. Ella sabía que después del mediodía nos venía a buscar el micro para regresar. Prisci entendía que el Proyecto y esas revoluciones de corazones y de sonrisas y de abrazos que causa no iba a estar por un año. Priscila lo entendía. Nosotros lo entendíamos. ¿Quién se lo explica al corazón?

¿Qué hacer cuando una criatura te desnuda con sus ojos todo lo que siente? ¿Cómo reaccionar ante una simple pregunta y su connotación demoledora del “ya no vas a estar”? ¿Acaso será que nuestra gran función es la del afecto y las emociones fuertes? ¿Qué significaremos para esos corazones que nos esperan durante varios meses antes de octubre?

Alumna de la primaria en la Escuela Albergue Federico Cantoni, Priscila es el retrato de la necesidad de afecto que urge por esas latitudes sanjuaninas. ¿De dónde es que proviene tamaña insatisfacción? ¿De la familia? ¿De la escuela? ¿De las maestras? ¿Se puede suplir en una semana todo ese menester de cariño? ¿Hacia dónde va una sociedad que le cuesta mirar a los ojos? ¿Hace falta, en esta vida de individualismos y materialismos, viajar a la frontera con Chile para que te den una cachetada y te digan sin decirte que “la vida está en mirarse a los ojos, compartir, charlar, abrazarse, transformar, revolucionar, preocuparse y jugar”?


Llegaba el momento de despedirnos. Ya era viernes, el mediodía quedaba atrás. El micro aguardaba para poner a rodar sus ruedas y regresar a una delegación tan contenta como triste tras una semana tan fuerte como llena de vida y de alegría. Prisci estaba ahí. Huaco parecía descansar. O lamentarse. Intercambiamos abrazos y números de teléfono. Si habrá algo difícil de olvidar, como canta La Renga en el tema En el baldío, será que “con esos ojos tristes que me hablaban” no se puede hacer otra cosa que levantar la cabeza y seguir luchando.