Un partidazo de fútbol
se jugó ayer por la ida de una de las semifinales de la Liga de Campeones, en
la que el Barcelona goleó 3-0 al Bayern Múnich. Sin embargo, desde esta columna
no se analizará los motivos de la victoria (Messi y qué más) sino la lealtad
que se notó al juego limpio, bien jugado, pelota por el piso y dos elencos
predispuestos a arriesgar y jamás especula
¿Cuántas veces se
escucha vociferar que “son instancias de mucha presión” o que “hay mucho en
juego” para excusarse de lo pálido que fue el partido, de los pelotazos, de los
miedos a intentar? Esas falacias se terminan cuando hay convicciones, ganar de
divertirse, de amar la pelota y arriesgar. Todo eso y más se vio ayer en el
Camp Nou, donde alrededor de 100 mil espectadores disfrutaron de dos conjuntos
que jamás le tuvieron miedo a intentarlo. Pasión.
Presión hasta el área
rival, arqueros que nunca se sacaron de encima una pelota, buscar
constantemente un pase entre líneas para progresar con pase, líneas defensivas
adelantadas y tirando constantemente el achique para quitarle espacio al
contrincante, buen pie y demás. Además de precisión, controles orientados y un
desenlace que fue tal como consecuencia de un genio con nombre y apellido:
Lionel Messi. La monotonía que no pudo romper el elenco alemán por las
ausencias de futbolistas como Robben o Ribéry, sí la tuvo el Barcelona con este
astro que hace lo que quiere.
Nunca una patada, una
brusca protesta ni un portero tirándose al piso o tardando para sacar. Todo fue
cuestión de querer apurarse para darle continuidad al espectáculo, de que los
centrales sean uno más en el circuito de juego, de guardametas adelantados y
arriesgando con posesiones de balón. Son cuestiones de filosofía, de
convicciones y de demostrarle al mundo futbolístico que se puede arriesgar y
jugar así en instancias decisivas, con todos los ojos puestos allí y con
decenas de consecuencias en caso de ganar o perder.
Puede haber unos
perdedores y otros ganadores, pero el deporte, la valentía, el intentarlo y la
buena conducta dieron el ejemplo entre estas dos potencias futbolísticas, con
intenciones similares de cómo encarar cada cotejo que disputan. Les tocó verse
las caras. En Berlín, el 6 de mayo, por la final de la Champions, el buen juego
está asegurado.