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jueves, 2 de febrero de 2017

Saber jugar para saber correr

“El fútbol es un juego de vitalidad cerebral que necesita de la vitalidad física”. La firma de esta frase le pertenece a Dante Panzeri, quien desde sus lugares luchó contra lo que al fútbol estaba llegando: un conjunto de especialistas en cuestiones atléticas que poco sabían del deporte más popular del planeta. En nombre del negocio y de ser serios (¿qué significará ser serio en esta vida llena de miedos y de consumo y de mensajes que lo lúdico dejó de ser parte de la vida de un jugador?), una maquinaria llegó al fútbol.

Y se instaló. Y correr empezó a ser más importante que jugar. Y las palabras raras despojaron a los idóneos y conocedores. Y los carrileros desplazaron a los enganches. Permanecer comenzó a ser más importante que saber. El qué derrotó por goleada al cómo. Los escritorios le robaron fama a la pelota. Los millones, sonrisas al futbolista.

Andrés D´Alessandro regresó con 35 años a River y se fue con 36. Arribó a Núñez, casi en una operación secreta, en el verano pasado. Y durante un año fue el que más clara la tuvo. Lejos de que a esa edad no se puede jugar y que en el fútbol argentino te comen los talones, quien portó el número 22 en la espalda demostró que sí se puede porque la pelota es lo más importante. Y la cabeza, claro. Y su cabeza iba más adelante que la del resto. Conocer el juego es infinitamente más importante que correr kilómetros para vaya a saber uno qué.

Su pico de rendimiento fue en el Superclásico de diciembre que Boca terminó ganando 2-4. La rompió. Su salida coincidió con la levantada del rival, desde donde se llegó a decir, ante los micrófonos, que “la salida de D´Alessandro fue clave y nos favoreció”. Manejar los ritmos de un partido, que la bola vaya más rápido que las piernas. Una pisada vale más que mil metros. En un fútbol en el que todos parecen correr desenfrenados, él aportó pausa. Y, sabemos, al fútbol sin pausa no se puede jugar. Escasea el freno, la tranquilidad, el pensar.


En este fútbol físico, de músculos, de gimnasio es necesario reivindicar a los D´Alessandro. Y como a él, a un, por ejemplo, Riquelme. En esta lista aparecen los Xavi y los Iniesta. Habría que repasar en las estadísticas de “kilómetros recorridos” (¿para qué sirven?) qué tan abajo están en la tabla. Los números que nunca aparecen son las de influencia en el juego. Son los que entienden que entender lo de espacio, tiempo y precisión es más importante que correr. D´Alessandro ya no está, River correrá ahora más porque tendrá menos la pelota. 

lunes, 14 de noviembre de 2016

El talento oculto y el abrazo pendiente


¿Qué es la creatividad? ¿Y la imaginación? ¿Proviene de algo que llevamos dentro o es natural? ¿Tiene que ver con lo innato? ¿Y no podemos pensar que quizás sean cuestiones que tenemos reprimidas que necesitan ser reflejadas en un papel o en el juego o en algún aspecto de la vida que compense esa falta de algo?

“Con esto”, me respondió. Eric estaba tirado en la cama, entre pensando y angustiado, antes de la última cena. Consigo, y una mirada que se notaba profunda, llevaba un cuaderno. “¿Puedo?”, le pregunté para leerlo. Sin mirarme ni responderme me lo cedió. Una agenda o libreta o como quieran ponerle estaba llena de poemas, de descripciones, de declaraciones, de frases de canciones. De sensaciones y sentimientos.

¿Pero cómo había hecho para escribir todo eso? ¿De dónde le salió? ¿De dónde lo habrá sacado? Cuánta ingenuidad. Aquel “con esto” con el que se comenzó el párrafo anterior hace alusión a su mano izquierda llevada al corazón, desde donde provenía cada frase, cada palabra, cada imaginación para esa infinidad de letras. Un talento oculto. Oculto, no para él, sino para alguna comunidad o un gran público que desconoce que esta personita, perteneciente a una familia conformada por 10 personas, posee una capacidad digna para desprenderse de cualquier tipo de prejuicio.

“Nunca pares de escribir. Tampoco de soñar ni de imaginar. No le temas a la hoja en blanco, escribite palabras sueltas y vas a ver que vas a crear una gran historia”.

Nunca quise ser parte de esos ojos vidriosos con los que Eric me miraba en esa habitación, en el fondo de la escuela de Malimán. Es difícil poder controlar esas sensaciones que van más allá de uno. Eri, uno de los tres varones que concurren al colegio albergue Paso de los Andes, es un ser humano lleno de ideas y de ganas de jugar.

Nunca faltó ocasión para que, de mesa a mesa, nos mirásemos y, sin decirnos nada, ya saber que apenas nos levantáramos nos esperaba un partido de ping pong o un partido de fútbol. Lo admito: no hacíamos buena pareja en el llamado tenis de mesa. ¡Pero qué nos importaba! No le gustaba perder a nada (¿a quién sí?), pero los momentos vividos van más allá de cualquier derrota o victoria pasajera.

Ah, también es el que quiere siempre hacer los puntos en el vóley. Qué egoísta, le gritábamos. Nos devolvía todo con una carcajada.

La pelotita iba y venía como esas sonrisas que quedarán por siempre en ese comedor de encuentros, charlas y emociones. 


No pudimos despedirnos. Se fue a acostar en silencio ese ya viernes por la madrugada luego de bailes y timideces y comida de lujo y se tuvo que levantar a las 4 de la mañana porque una conmemoración en Ciudad de San Juan lo esperaba. No sé de cuántas cosas estamos seguros en la vida. Pero hay una de la que sí: de que ese abrazo que nos quedó pendiente, de despedida y de “gracias”, nos lo vamos a dar para dar paso a otras historias y más momento.

viernes, 13 de marzo de 2015

¿Vos preferís jugar bien o ganar?

Un fútbol bastardeado por el resultadismo tiene hace décadas una pregunta de imposible solución, la cual, con algunos argumentos, se tratará de responder sin entrar en el falso debate de lo que propone el título.


No son pocos, vaya ellos, los que piensan que lo único que vale y que sirve es ganar. Son los mismos que analizan un partido o una situación desde el resultado, pero nunca de cómo se llegó a ella. Si perdiste pero jugaste mucho mejor y pegaste cuatro tiros en los palos, mientras que el rival se tiró todo atrás y en una contra te ganó el partido, lamentablemente ese elenco se llevará la tapa del diario y cualquier crítica partirá desde allí. Un resultadismo caníbal que penetró en una sociedad cómplice y que sigue el ritmo de los medios de comunicación que bajan el mensaje “primero ganemos, después vemos cómo”. ¿Hay un cómo realmente detrás de esa importancia primordial de la victoria?

“Ganar como sea”, se escucha por allá; “hoy hay que sí o sí”, baja desde la tribuna; “juega bien pero nunca ganó nada”, vociferan aquellos que defenestran el fútbol bien jugado y al que poco les importa llegar; “lo importante era ganar”, repiten otros. En cambio, cuando aparece alguien al que sí le importa las formas y más el camino que el final, aparece una típica y constante respuesta: “Si te dan a elegir, ¿preferís jugar bien o ganar?”.

No estaría mal aclarar, ante todo, que ganar no es una elección. Sí lo es la búsqueda de cómo hacerlo, desde cómo se entrena hasta lo plasmado sobre el terreno de juego. Luego puede salir o no, pero la intención y qué jugadores están en cancha así lo determinarán. ¿Quién elige ganar? ¿Quién perder? ¿Alguien optaría por la segunda? Nadie. El fútbol, dinámica de lo impensado, como nos dejó para siempre Dante Panzeri, es una acumulación de momento, de improvisaciones y de situaciones instantáneas que hay que resolver.

Entonces, quien pregunte si es mejor ganar o jugar bien, posiblemente tilde a su “contrincante” del debate como romántico, como a alguien que le gusta “jugar lindo”. ¿Qué es eso? Bien o mal jugado. No hay otra opción de cómo desempeñarse en el deporte más maravilloso del mundo, feamente convertido en un negocio. ¿Para qué ganar si durante el trayecto padecimos la forma de juego? ¿Para qué jugar si no es para divertirse y brindar un buen espectáculo?

“El fútbol que vale es el que queda en el recuerdo”, expresó una vez el Negro Fontanarrosa.

Y allí están, por citar algunos casos, la Holanda del 74, el Huracán del Clausura 2009, la Hungría de 1954 o Brasil de 1982. No salieron campeones. ¿Y? Serán recordados por siempre. También está el caso de muchos campeones a los cuales, para memorizarlos, habría que entrar a Internet o ir a un archivo. Otros, están en la memoria colectiva porque dejaron una huella e hicieron escuela. ¿O alguien va a dudar que el Barcelona que dirigió Pep Guardiola estará por siempre en la memoria por lo que jugaba por encima de los títulos obtenidos?

La alegría es un factor que parece olvidado pero imprescindible para el desarrollo de la vida. Hacerlo bien.

“Jugar bien –como piensa Ángel Cappa- para ganar, ya que el que mejor juega tiene más posibilidades de ganar”. El fútbol es felicidad, es rebelde y por eso tiene caprichos como que el que peor lo haga, en ciertas oportunidades, se quede con la victoria. A aquellos que desprecian el buen juego y el goce del mismo, no les vendría nada mal escuchar a uno de los creadores de la metodología de entrenar del Barcelona, Paco Seirul-lo: “Debemos construir un proyecto que permita a los jugadores que se enamoren del juego”.

Mientras más enamorados por el juego haya, más se disfrutará sobre el verde césped. A más enamorados, más curiosos por entender cada concepto futbolístico. A más enamorados, menos a los que sólo les importe ganar o que eso sea lo primordial. Mientras más enamorados, menos locura por vencer y más placer con el balón en los pies. También, menos que hablen de trabajo y más del juego.

martes, 18 de febrero de 2014

Un día anti modernidad

“El fútbol moderno no existe. Sólo existe el fútbol bien o mal jugado”, se cansó de repetir Dante Panzeri en los tiempos en los que ejercía la profesión de periodista, cuando, a través de la letra y la palabra, luchó contra los que ya imponían que el deporte más popular del mundo se dividía por épocas. Hoy, aún persiste ese pensamiento erróneo, aunque todavía hay equipos que demuestran lo contrario.


Primero, el Barcelona, en Inglaterra, le ganó 2-0 al Manchester City en su casa. Eso no importa. A lo que se debe apuntar es al cómo. El elenco liderado por Lionel Messi se plantó en terreno celestre con la posesión de la pelota en campo contrario. No especuló con el gran poderío rival y siempre pensó en su juego, el mejor del planeta. En cambio, el local se fijó en demasía en su rival, se olvidó que la mejor arma que posee en la tenencia…y así le fue.

Líneas juntas, Sergio Busquets a la caza de cualquier rebote y segunda jugada, Messi haciéndose el distraído pero tan atento como siempre, Xavi e Iniesta caminando con el balón y dando una clase gratis del amor por la pelota, movilidad, circulación; y laterales juntos al ataque…En fin, diversión en pleno campo de juego, no dejar atrás una filosofía por más que enfrente haya estado uno de los elencos más goleadores de toda Europa. El Barsa, por momentos carente de profundidad, continúa maravillando al mundo por su ambición y amor por el esférico, los tic-tic-tic tan seguidos. Mientras, el rival corre y se desgasta en busca el elemento principal.

Aceleran, no corren como desaforados. Tocan y se mueven, no se trasladan decenas de metros en pocos segundos para chocar y perder la pelota. Cada ejercicio en un entrenamiento es con pelota. Así, el Barcelona sigue con su reinado de la diversión, del cómo triunfar y de dejar atrás las pesas y los atletas.

Más cerca, y con menos jerarquía, claro, está Vélez Sarsfield. El club de Liniers, al ratito de la finalización del encuentro en el Viejo Continente, recibió a All Boys en su casa y volvió a darle una cachetada al tan nombrado “fútbol moderno”. Con pibes como Jorge Correa y Lucas Romero, más la experiencia de Zárate y Pratto, el ahora team entrenado por el Turu Flores no se caracteriza por los pelotazos, sino por el juego de potrero, tenencia de pelota y velocidades cortas para sorprender.

Sobresale en el fútbol argentino porque juega con la redonda al ras del verde césped, siempre con la intención de juntar gente en ataque, tocar y ganar pregonando la ambición por el arco de enfrente. Y si a eso se le suma Newell´s, un Estudiantes que continúa con la búsqueda de siempre salir jugando desde abajo y a San Lorenzo, con su buen manejo y desequilibrio, se podría soñar con que el amarretismo se vaya yendo. La mala, que vuelve a dirigir Caruso Lombardi, con la tendencia de que para salvarse del descenso “sea de cualquier forma”. Que alguien explique esa frase. Mientras, hoy fue un día contra cultural.

Por Lucas Abbruzzese